Por Elsa Peña Nadal
No importa lo que digan las autoridades a cargo ni otros especialistas en el área de que se trate: ante cada situación, nuestra gente se forma su propia opinión, la propaga como verdad irrefutable y de ahí nadie la saca. Igual opina de política y corrupción—que caminan de la mano—como de religión, economía, de béisbol; o en este caso tan actual de salud pública: de la Chikungunya.
En parte estos veredictos populares, que se propagan impregnados de anécdotas, historias y rumores, se deben a que cuando la información oficial viene a tocar la primera base, la del pueblo ya hace rato que anotó carrera. Una información que muchas veces las autoridades envían tardía e incompleta por los medios de comunicación, sin importar la emergencia y magnitud de la situación.
Ante esta epidemia es lamentable que muy pocos crean—comprobado con encuestas—que se deba a la picadura de un mosquito, y esta desinformación tan peligrosa para la propagación del virus, es compartida en todos los niveles sociales, no solo en los más humildes. Será porque nadie ve operativos masivos y constantes de fumigación, ni reparto gratuito de los medicamentos que recomiendan para tratar los síntomas; medicamentos estos que no aparecen o escasean en los hospitales públicos y boticas populares, y cuyo su precio ha sido triplicado en las farmacias del país.
Sabemos que varios miles de casos ya han ocurrido; los hospitales no dan abasto; las enfermeras reclaman ayuda ante la avalancha de pacientes, y se dice que la mayoría de la población se verá afectada más temprano que tarde; siendo las más perjudicadas aquellas personas mal nutridas, embarazadas, muy mayores, enfermas y las hacinadas en lugares marginados. Pero aun así, no se nota un activismo real y eficiente de los organismos oficiales a cargo de la salud pública, que vaya acorde con la magnitud de esta epidemia viral.
Mosquito transmisor de la chikungunya.
Entonces, ¿por qué debe extrañarnos que circule toda suerte de rumores, como el de un doctor en medicina que ha sido víctima de la chikungunya y dice que esto no es por picadura de mosquito, que más bien parece una intoxicación con algunos de los síntomas de la llamada “ciguatera”; o las declaraciones del comunicador Miguel Ortega, allegado al PLD, interno en un hospital desde don gravó un video que subió a su muro en facebook y pide a las autoridades que digan la verdad de lo que considera es un envenenamiento?
O que otros lo relacionen a aguas contaminadas con material toxico, supuestamente echado en nuestras costas con el consentimiento de autoridades corruptas; o por contaminación de ríos por la explotación minera; etc, etc.
La población esta confundida y no cree en la versión oficial. Pero como tanta desinformación no es contrarrestada, debida y oportunamente, por las autoridades competentes, la misma vox populis, dividida en sus opiniones expresa que: “ni ellos mismos saben lo qué es esta vaina”; o, “ellos sí saben pero no lo van a decir; serán pendejos”.
Estamos en la era de la propagación del temor y del pánico colectivo a nivel mundial. Por cualquier vía posible y a cualquier costo. Ya nadie cree en la buena fe de la industria farmacéutica ni en políticos que comercian con la salud pública. Se habla de la “siembra” experimental de nuevos virus en poblaciones tercermundistas con la doble finalidad de exterminio masivo y de comercialización de nuevas vacunas. Y los fanáticos de sectas religiosas, en un proselitismo oportunista, se encargan de atemorizar diciendo que estos virus son las pestes del fin del mundo de que habla la Biblia en el Apocalipsis.
Pero no todas son noticias agoreras; a contrapelo de los intereses mercuriales de la industria farmacéutica, se habla también de descubrimientos recientes de la cura del cáncer y de otros grandes avances en el área de la investigación médica.
He escuchado a “la botica popular” aconsejarle a los afectados de la Chikungunya tomar, --además de los ya indicados Acetaminofen y complejo B-- el té de la hoja llamada “Juan Primero”, silvestre en el país y de venta en nuestros mercados y tiendas naturalistas; así como ingerir mucho liquido, y volver al médico si persisten síntomas como vómitos, dolores del vientre, convulsiones o dificultad para respirar.
En tanto, rodeada de algunos vecinos afectados, no es que vaya a decir que de esta agua no beberé, pero lo que si he tomado son medidas de protección sin caer en el pánico, tratando de extraer lo mejor de la medicina tradicional, de la alternativa y de la complementaria. Y sigo adelante con mi Coleopterapia que eleva mi nivel inmunológico y contribuye a calmar toda suerte de dolores corporales, razón por la que la demanda y distribución gratuita de mis “gorgojos,” ha aumentado en estas casi dos semanas desde mi regreso al país.
Y dentro de todo este marco referencial y de rumores, disfrutamos de la creatividad y del sentido del humor del dominicano, que ya hasta canciones ha grabado con el tema y que, además, se lamenta de que “el mosquito del aguijón múltiple, como bolígrafo de varios colores”, no sea más selectivo eligiendo a sus víctimas. ¡Y ya se imaginan ustedes a quienes les desean que reciban sus picaduras.
Ayer escuché decir a una empleada de una heladería que la ausencia de tres de sus compañeras de trabajo se debía a que habían sido picadas por “el moquito que picó al demonio”. Y es que el dominicano se las sabe todas y una más; con excepción de una sola cosa que no acabamos de aprender: dejar de bailar, cada cuatro años, al son de la misma música que nos tocan los mismos y aburridos combos. elsapenanadal@hotmail.com.
Santo Domingo, R.D., domingo, 29 de junio de 2014.
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