domingo, 29 de junio de 2014

Todas y una más



Por Elsa Peña Nadal


No importa lo que digan las autoridades a cargo ni otros especialistas en el área de que se trate: ante cada situación, nuestra gente  se forma su propia opinión,  la propaga como verdad irrefutable y de ahí nadie la saca. Igual opina de política y corrupción—que caminan de la mano—como  de religión, economía, de béisbol; o en este caso tan actual de salud pública: de la  Chikungunya.

En parte estos veredictos populares, que se propagan impregnados de anécdotas, historias y rumores,  se deben a que cuando  la información oficial viene a tocar la primera base, la del pueblo ya  hace rato que anotó  carrera. Una información que muchas veces  las autoridades  envían tardía e incompleta  por los medios de comunicación,  sin importar   la emergencia y magnitud de la situación.

Ante esta epidemia  es lamentable que muy pocos crean—comprobado con encuestas—que se deba a la picadura de un mosquito, y esta desinformación tan peligrosa para la propagación del virus, es compartida en todos los niveles sociales, no solo en los más humildes. Será porque nadie ve operativos masivos y constantes de fumigación, ni reparto gratuito de los medicamentos que recomiendan para tratar los síntomas; medicamentos  estos que   no aparecen o escasean en los hospitales públicos  y boticas populares,  y cuyo su precio ha sido triplicado en las farmacias del país.

Sabemos que varios  miles de casos ya han ocurrido; los hospitales no dan abasto; las enfermeras reclaman ayuda ante la avalancha de pacientes, y se dice que la mayoría de la población se verá afectada más temprano que tarde; siendo las más perjudicadas  aquellas personas mal nutridas, embarazadas,  muy mayores,  enfermas  y las hacinadas en lugares marginados. Pero aun así, no se nota un activismo real y eficiente de los organismos oficiales a cargo de la salud pública, que vaya acorde con la magnitud de esta epidemia viral.

Mosquito transmisor de la chikungunya.

Entonces, ¿por qué  debe extrañarnos que circule toda suerte de rumores, como el de un doctor  en medicina que ha  sido víctima de la chikungunya y dice que esto no es por picadura de mosquito, que más bien parece  una intoxicación con algunos de los síntomas  de la  llamada “ciguatera”;  o las declaraciones del comunicador Miguel Ortega, allegado al PLD, interno en un hospital desde don gravó  un video que subió a su muro en facebook y pide a las autoridades que digan la verdad de lo que considera es  un envenenamiento? 
O que  otros lo relacionen a aguas contaminadas con material toxico, supuestamente  echado en  nuestras costas con el consentimiento de autoridades corruptas; o por contaminación de ríos por la explotación minera; etc, etc.

La población esta confundida y no cree en la versión oficial. Pero como tanta desinformación no  es contrarrestada,  debida y oportunamente,  por las autoridades  competentes, la misma  vox populis,  dividida en  sus opiniones  expresa  que: “ni ellos mismos saben lo qué es esta vaina”; o, “ellos sí saben pero no lo van a decir; serán pendejos”.

Estamos en la era de la propagación del temor y del pánico colectivo a nivel mundial. Por cualquier vía posible y a cualquier costo. Ya nadie cree en la buena fe de la industria  farmacéutica ni en políticos que comercian con la salud pública. Se habla de la “siembra” experimental de nuevos  virus en poblaciones tercermundistas con la doble finalidad  de exterminio masivo y de comercialización de nuevas vacunas. Y los fanáticos de sectas religiosas, en un proselitismo oportunista,  se encargan de atemorizar diciendo que estos virus son las pestes del fin del mundo de que habla la Biblia en el Apocalipsis.

Pero no todas son noticias agoreras; a contrapelo de los intereses mercuriales de la industria farmacéutica, se habla también de descubrimientos recientes de la cura del cáncer y de otros grandes avances en el área de la investigación médica. 

He escuchado a “la botica popular” aconsejarle  a los afectados de la Chikungunya  tomar, --además de los ya indicados  Acetaminofen  y  complejo B-- el té de la hoja llamada “Juan Primero”, silvestre en el país y de venta en nuestros  mercados y tiendas naturalistas; así como  ingerir mucho liquido, y volver al médico si persisten síntomas como vómitos, dolores del vientre, convulsiones o dificultad para respirar.

En tanto, rodeada de algunos vecinos afectados, no es que vaya a decir que de esta agua no beberé, pero  lo que si he tomado  son  medidas de protección sin caer en el pánico, tratando  de extraer lo mejor de la medicina tradicional, de la alternativa y de la complementaria. Y sigo adelante con mi Coleopterapia que eleva mi nivel inmunológico y contribuye a calmar toda suerte de dolores corporales, razón  por la que la demanda y distribución gratuita de mis “gorgojos,” ha aumentado en estas casi dos semanas desde mi regreso al país. 

Y dentro de todo este marco referencial y de rumores, disfrutamos  de la creatividad y del sentido del humor del dominicano, que ya hasta canciones  ha grabado con el tema y que, además,  se lamenta de que “el mosquito del aguijón múltiple, como bolígrafo de varios colores”, no sea más selectivo eligiendo a sus víctimas. ¡Y ya se imaginan ustedes a quienes les desean que  reciban  sus picaduras.

 Ayer escuché  decir a una empleada de una heladería que la ausencia de tres de sus compañeras de trabajo se debía a que  habían sido picadas por “el moquito que picó al demonio”. Y es que el dominicano se las sabe todas y una más;  con excepción de una sola cosa que no acabamos de aprender: dejar de bailar, cada cuatro años, al son de la misma música que  nos tocan los mismos y aburridos combos. elsapenanadal@hotmail.com. 

Santo Domingo, R.D., domingo, 29 de junio de 2014.

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