A mí me duele mí país, como a muchos otros, muchos de los que no tienen voz, que no escriben en los periódicos, que no hablan por la radio o la televisión.
A mí me duele mí país como a muchos que carecen del acceso a los medios de comunicación y son víctimas de los habladores y escribidores que se nutren de la ignorancia y propagan su maldad como el abrojo, cuyo bella florecilla amarilla puebla el predio seco y áspero que oculta las espinas cubiertas engañosamente.
A mí me duele mí país y me duele especialmente cuando algún guanajo tiene la ocurrencia de decir, con el mayor desparpajo y suficiencia, “esto no es un país, esto es un paisaje”.
Aunque no tengan acceso a los medios de comunicación, los maledicentes tienen algo más importante: la palabra. Y la emplean con una maligna suficiencia digna de mejor causa.
A mí me duele mí país, porque sí, porque es mío, porque no se lo regalo a nadie, porque me opongo a las fuerzas, a las corrientes, que quieren ahogar la nacionalidad y despojarnos del legado de nuestros padres trinitarios, fundadores de la República.
A mí sí que me duele mí país en manos de mercaderes de la mentira, comerciantes de honras podridas, vendedores de ilusiones marchitadas.
A mí me duele mí país, porque vamos por mal camino, porque el camino bueno fue torcido y nos condujo al borde del precipicio y nos ha colocado más abajo del borde del derrisco, en un pretil que sobresale de la montaña, antes de que caigamos en la sima más profunda empujados por malos hijos de esta tierra que siempre hablaron como palomas pero actuaron como buitres.
A mí me duele mí país, porque la mentira adquirió categoría de sentencia cuasi bíblica, cuando la palabra se empleó para ocultar la verdad y retorcer los hechos para presentarlos maquillados y venderlos de modo que los hicieron potables.
A mí me duele mí país y me seguirá doliendo más allá de la acción de los francotiradores de la palabra, tergiversadores de la historia, que no engañan a nadie con sus relatos aunque tengan un eco que no merecen ni por sus acciones, ni por sus cuentos.
A mí me duele mí país porque se permite que los malos, los ladrones, los mentirosos, los asesinos, los corruptos y corruptores se vendan como moneda de buena ley y la sociedad los acepta y hasta los sigue como si quisiéramos ser engañados una y otra vez.
Por ahí andan jinetes del Apocalipsis tales como Leonel Fernández, Miguel Vargas y otros, aspirantes a ser rechazados y ninguneados por la mucha gente seria que conforma esta sociedad. Bgp1937@gmail.com
Santo Domingo, R.D., domingo, 13 de julio de 2014.
Por Bonaparte Gautreaux Piñeyro
Desconocía que en nuestro país hubiera un laboratorio enfocado en producir insectos como las creaciones de Estados Unidos para la guerra bacteriológica y la modificación del clima o el régimen de las lluvias como hicieron en Vietnam y en Cuba.
De lo que sí estoy seguro es de que, también nuestro país y nuestra gente ha sido y es usada como cobaya en la prueba delos efectos de medicamentos antes de ser enviados al mercado.
Como parte de esa guerra sucia, se logró en ese laboratorio una mutación muy importante: el mosquito de la chicungunya, conocida por el apócope familiar y confianzudo de la “chicun”.
Ahora, cuando aparece una persona afectada por síntomas similares a los de la chicun, la prensa publica, que la enfermedad fue llevada desde aquí. Incluso la prensa nacional se hace eco de la información que nos señala como creadores enfermedades de las que alejan los turistas.
La chicun es el segundo escalón hacia debajo de la tierra, que revela el desastre que son los hospitales públicos, su mala administración y el ningún ofrecido por el servicio nacional de “salud”. El primer escalón lo constituye el cólera.
El cólera no se pudo establecer en nuestro país hasta que se produjo la nueva invasión haitiana, a finales del siglo pasado y comienzos de este. Además de la chicun, Salud Pública gasta un 40 por ciento, o más, de su presupuesto, en atender haitianos. Vamos bien mal.
Nunca he tenido nada contra los haitianos. Somos el único caso de una nación a la que se fuerza para que reparta su miseria, ya que aquí no alcanza bien ni para nosotros.
Somos un país donde las preocupaciones fundamentales parecen ser si Vaqueró le metió o no le metió el puño a su mujer, Martha Heredia, que si la Vieja Fefa obtendría la visa norteamericana y cuando la obtuvo, la preocupación es cuándo viajará.
Tenemos como grave y urgente preocupación la pasta dental que gasta Sobeida, si usa o no usa ropa interior, si tiene o no algún diente picado.
En ese laboratorio mencionado al principio, descubrieron la fórmula Trujillo y se la dieron a la gente del PLD. Al igual que cuando subió el tirano, sus parciales eran poseedores de inexistentes bienes de fortuna, lo cual los empujaba a la política. Después ¡ay después!
Echaron mano del Congreso, de los Tribunales, de la Guardia, de gente ávida por tener bienes aunque fueran adquiridos de forma fraudulenta y conocemos el resultado de antes y de ahora.
Hoy vivimos una situación igual. ¿Usted cree que habrá elecciones libres con esta Junta Electoral y con estos Tribunales de In Justicia? ¡Prepárese! La democracia y la libertad no la regalan, hay que conquistarlas. Bgp1937@gmail.com
Santo Domingo, R.D., domingo, 13 de julio de 2014.
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