jueves, 25 de marzo de 2010

Corrupción y paradigma




Andrés L. Mateo


No hay una sola reunión de carácter social, una tertulia, una caricatura de periódico, un estudio de coyuntura, un encuentro casual entre viejos amigos, en los cuales el tema de la corrupción no aparezca. La cultura de la corrupción es ahora hegemónica.

Pero, ¿por qué la sociedad está petrificada ante el desborde de la corrupción, y se ve impotente, cercada, intimidada por la indetenible espiral de los hechos dolosos?

Simplemente, porque además de la concepción patrimonial del Estado con que el PLD ha manejado la riqueza pública, y la impunidad, la construcción de los paradigmas sociales legitima la corrupción. Este es, probablemente, el más difícil costado de la corrupción como sistema, porque tiene que ver con los valores, y porque transforma la sociedad en un gigantesco escenario de violencia y simulación. Aún contra su voluntad, los dirigentes políticos encarnan paradigmas, y su proceder en la sociedad es un referente. Es en la interactuación social donde se gestan el valor y las dimensiones valorativas de la realidad. Todo fenómeno valorativo constituye un elemento de la cultura. Pero los valores tienen su verdadero contenido, su “sustancia”- como dirían los viejos marxistas- en la actividad práctico-social de los hombres y las mujeres a lo largo de la historia.

Reynaldo Pared Perez,
presidente del Senado

Y quisiera ilustrar estas ideas con el caso del barrilito senatorial. El barrilito es corrupción legitimada. Y el mal ejemplo que ello difunde en la sociedad tiene un costo superior a los más de cuarenta millones que Reynaldo Pared ha obtenido por este concepto, en los cuatro años de senador que tiene; porque desde el punto de vista de los valores es suficiente que los paradigmas sociales signifiquen para que el resto de la sociedad aspire a experimentar lo mismo. Los valores son algo así como la expresión concentrada de las relaciones sociales, porque en toda sociedad opera un conjunto de representaciones, esquemas e ideales que determinan la actividad, la conciencia y la conducta de los individuos que la integran. Por eso, si el paradigma social exitoso (Reynado Pared) excusa la corrupción por la proporción de la jugada política, los antivalores son una carta de triunfo, en la práctica, aunque esto nunca se proclame.

La corrupción en República Dominicana está oculta a plena luz. Pero no es sólo la concepción patrimonial del Estado y la impunidad lo que ha hecho daño al país, es que la sociedad dominicana se ha quedado sin paradigmas; y se puede decir que está organizada de tal manera que ser corrupto es como lógico, natural y hasta tolerable. ¿Cuál puede ser la influencia de un discurso moralista en el aula, si nuestros triunfadores sociales son marrulleros, vivos, corruptos empedernidos; que para llegar al poder, o mantenerse en él, todo lo legitiman, lo justifican?

¡Oh, Dios, ya no hay canallas! ¡Oh, Dios, ya no hay rubor!

Santo Domingo, R.D., jueves, 25 de marzo de 2010
http://clavedigital.com/App_Pages/opinion/Firmas.aspx?Id_Articulo=17219

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