viernes, 26 de marzo de 2010

¿Somos racistas?




Eduardo Jorge Prats

Es importante determinar
cuál es el nivel de racismo en el país

Gran parte de la opinión pública ha criticado el Examen Periódico Universal de República Dominicana, una evaluación sobre derechos humanos que lleva a cabo el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas a todos los miembros de la organización, y según el cual el país debe adoptar “medidas apropiadas para eliminar la discriminación racial y reconocer a los africanos y a los afro-descendientes como parte de la sociedad dominicana” (Hoy, 18 de marzo de 2010).

Hillary R. Clinton,
Sonia Pierre
y Michelle Obama

Este informe podría ser muy útil para que el gobierno, los partidos y la sociedad civil puedan consensuar un efectivo plan de trabajo que permita adoptar acciones específicas, dirigidas a prevenir y combatir no solo las prácticas racistas sino también aquellas que vulneran los derechos de los segmentos más vulnerables de la población, como es el caso de las mujeres y los niños, víctimas principales de la violencia estructural que nos afecta.

La reacción de rechazo al informe se explica en nuestra sensibilidad natural a las críticas que se vierten contra el país en foros extranjeros, principalmente cuando se trata de nuestras relaciones con nuestros hermanos haitianos, a quienes presta y prontamente socorrimos a raíz del terrible sismo que azotó su territorio. Esta sincera muestra de solidaridad ha sido reconocida por la comunidad internacional y por los propios haitianos y es una clara evidencia de que el discurso anti-haitiano es solo eso, un discurso crecientemente aislado y restringido a una elite minoritaria, autoritaria y conservadora.

Creo que nadie puede cuestionar la existencia de prejuicio y discriminación racial en la República Dominicana. Negar eso es como decir que en nuestro país no hay mortalidad infantil o que nadie sufre hipertensión. Estimo, sin embargo, que lo importante es determinar cuál es el nivel de racismo en nuestro país, hasta qué grado el mismo se encuentra extendido en la población y si éste constituye una práctica institucionalizada del Estado. Junto con Michiel Baud, estoy convencido que “pocos dominicanos han favorecido la segregación racial y, a pesar de los estereotipos pro-blancos, los diferentes grupos raciales y étnicos se mezclan sin muchos problemas, incluso en los círculos conservadores”. Esta actitud se ha reforzado con el intenso proceso de migración pues, como bien ha dicho Frank Moya Pons, en New York los dominicanos descubrimos que somos negros. Es cierto que en nuestro país no ha sido formulada una ideología mestiza coherente, como ha ocurrido en México.

Pero los dominicanos, en su generalidad, aceptan, muchas veces con orgullo, su ascendencia mulata. Es obvio que las actitudes raciales en nuestro país dependen de la clase social: la elite –como es evidente en la publicidad comercial- se presenta como blanca en tanto que los pobres asumen su herencia mulata. El propio término de “indio”, aunque se ha utilizado para negar la herencia africana, en el fondo es una admisión del carácter mezclado de la población. Las ideas racistas no permean las clases medias y populares con la profundidad con que lo hacen en Europa, pues éstas reconocen que la discriminación más bien está asociada a la condición social y económica. Por eso, la principal acción afirmativa que debe adoptar el Estado dominicano es una acción positiva a favor de los pobres, que son excluidos, más que por su raza o color, por esta condición.

Slavoj Zizek
¿Cómo podemos asegurarnos que no somos racistas? A juicio del filósofo esloveno Slavoj Zizek, “hay una sola manera: cuando se pueden intercambiar insultos, bromas brutales, chistes sucios, con un miembro de una raza diferente, y ambos sabemos que no hay detrás una intención racista”. Algo de eso se veía en el viejo Brooklyn, verdadero melting pot de judíos, italianos, irlandeses, latinos y negros, y todavía se ve en nuestros barrios pobres donde conviven y se unen consensualmente dominicanos y haitianos. Lógicamente eso no es políticamente correcto. Pero, por lo menos, no es el “racismo inverso” del multiculturalismo posmoderno, en donde se tolera, es decir, se soporta, al otro, al buen salvaje, en tanto no se mezcle con el superior blanco occidental.

Ese “racismo con distancia” es el que permite, gracias a su posición universal privilegiada, observar, respetar y estudiar cuidadosamente a nuestras repúblicas bananeras y reafirmar así su propia superioridad.

Santo Domingo, R.D., viernes, 26 de marzo de 2010

(e.jorge@jorgeprats.com)
http://www.hoy.com.do/opiniones/2010/3/25/319199/Somos-racistas

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