Rosario Espinal
Según reportes de prensa, el presidente Leonel Fernández declaró en Colombia que América Latina tendrá que revisar el tema de la reelección para que presidentes con alta aprobación como Álvaro Uribe puedan presentarse nuevamente a la posición.
No entraré aquí en las aplicaciones del planteamiento de Fernández a sus aspiraciones reeleccionistas. Una simple perspicacia política es suficiente para comprender por donde enfilan sus palabras.
Mi intensión en este artículo es señalar que América Latina ha debatido extensamente el tema de la reelección y ha modificado en muchas ocasiones la legislación al respecto. Lamentablemente no hay sistema de reelección perfecto; cada uno tiene ventajas y desventajas.
La prohibición total de la reelección tiene la ventaja de que impone límites irrestrictos a las ambiciones de los presidentes de permanecer en el poder. La principal desventaja es que impide a la ciudadanía reelegir un presidente popular.
La reelección consecutiva por un período (el llamado modelo norteamericano) tiene la ventaja de que el electorado puede reelegir una vez, pero la impide posteriormente incluso si el presidente termina con buena evaluación o si pierde en el intento de reelegirse.
La reelección no consecutiva tiene la ventaja de que un ex presidente puede postularse en el futuro. La principal desventaja es que los ex presidentes tienden a mantener mucho control sobre las estructuras partidarias cuando quieren volver a candidatearse.
La reelección indefinida ofrece a los presidentes la posibilidad de presentarse consecutivamente, y al electorado de reelegir tantas veces quiera, pero este sistema promueve mucho el caudillismo y el uso y abuso de los recursos públicos.
La República Dominicana ha probado suerte con distintos sistemas de reelección en las últimas cinco décadas.
De 1966 a 1994 existió el sistema de reelección indefinida instaurado por Joaquín Balaguer para perpetuarse en el poder. De 1994 a 2002, el sistema de reelección no consecutiva que obligó a la salida de Balaguer en 1996. De 2002 a 2009, se permitió una sola reelección que estableció Hipólito Mejía para repostularse en el 2004. Y la reforma constitucional de 2010 estableció nuevamente la reelección no consecutiva que permitirá al presidente Fernández repostularse en el futuro.
Estos cambios demuestran que la modalidad de reelección en República Dominicana ha variado en función de los intereses específicos del gobernante que ha propiciado el cambio, y son una muestra de desdén por la institucionalidad democrática.
América Latina y República Dominicana no necesitan mayor flexibilización de la reelección para permitir que gobernantes con alta popularidad puedan reelegirse indefinidamente. Lo que se necesita es cumplir con las normativas constitucionales y que existan límites a las aspiraciones de poder eterno de muchos presidentes.
Michelle Bachelet terminó su mandato en Chile con 84% de popularidad y no buscó cambiar la constitución para quedarse. Lula, también muy popular, ha optado por aceptar las reglas establecidas y no buscar otra reelección.
Si Estados Unidos hubiese permitido la reelección no consecutiva, Bill Clinton hubiese podido postularse en el 2008 y hubiese ganado por mucho. Pero no lo contemplaba el sistema electoral y los demócratas no intentaron cambiar la Constitución para acomodarlo. Por el contrario, promovieron una nueva generación política con Barack Obama.
América Latina no necesita ampliar la reelección en el siglo 21 para acomodar presidentes, sino combatir la cultura caudillista a la que se aferran muchos de ellos.
Terminar un mandato con alta popularidad no debe interpretarse como una razón para retorcer la ley y quedarse en el poder, sino como una buena recompensa por el trabajo realizado. Fueron elegidos para gobernar bien, no para hacerlo mal. (La autora es Socióloga. Profesora de sociología y política en Temple University, Filadelfia).
rosares@hotmail.com
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