lunes, 19 de abril de 2010

Representación política





Eduardo Álvarez

Lo que es representativo de nuestra sociedad no necesariamente lo es del liderazgo político. Juan Luis Guerra y Alex Rodríguez en cierto modo personifican a los dominicanos. Sin embargo, un líder político, más que parecerse a las grandes mayorías, debe colocarse por encima, no de ellas altaneramente, sino más bien de los sentimientos, diferencias y malquerencias que surjan entre los individuos y grupos.

Reafirma su liderazgo asumiendo con serenidad y equidad los resabios generados de forma natural entre tales grupos e individuos. Comportamiento vital para que todo triunfo sea aceptado por los vencidos de la mejor forma. No hay manera de expandir un territorio a menos que otros pierdan su espacio. De ahí que las fisuras, los resentimientos y, del mismo modo, la generosidad y comprensión formen partes inseparables y esenciales en toda contienda.

“Nada personal” debe ser el lema común que todos los contendores levanten para no confundir un enfrentamiento pasajero con un proyecto de vida ni con lo particular y esencial. Familiar, más bien.

Terminado el juego se acaba la pelea y la vida continua. After the game ends the fight. A los apretones de manos y así, hacer de las diferencias buenos motivos para seguir juntos por el mismo camino. Magnánimos en la victoria y libres de resentimientos en la derrota.

En fin de cuentas, compiten por una sola meta. El hecho de que unos y otros, ganadores y vencidos, hayan compartido el mismo terreno los hace inseparables por ley natural. Los ilumina el propio sol que más tarde se oculta para dar paso a una oscuridad que, inexorablemente, los abate.

Similares aplausos y abucheos cambian de jugadores en la medida en que cada actor o jugador logre conectarse con un público atento a los acierto y a los errores. Apasionado y caprichoso, ya no guiado por ideales y paradigmas como hasta hace veinte años. Más comprometido ahora con sus necesidades y urgencias, por tanto fácilmente manejable.

En tales circunstancias se impone un liderazgo lúcido, humano y sensible. Una mezcla imprescindible para gobernar con justicia y transparencia, sólo posible en las mentes inteligentes y en las almas sinceras.

Cuando apenas se impone la sagacidad, la arrogancia y el dinero para manipular a la gente, surge de repente y de manera explosiva, el rechazo y el desprecio. Los pueblos, en tanto emotivos cual niños ingenuos y indefensos, pueden amar tan fácil como odiar tan profundamente. Sobre todo, cuando se sienten engañados. Actúan siempre con más vehemencia en el repudio que en el apoyo.

Santo Domingo, R.D., lunes, 19 de abril de 2010

cenitcorp@gmail.com

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