martes, 10 de agosto de 2010

Buenos y malos








Eduardo Álvarez

Clasificar a los dominicanos entre buenos y malos ofrece el riesgo de caer en un simple maniqueísmo. Prefiero, sin embargo, asumir este trance a recurrir a la manoseada e ineficaz segregación entre perredeístas y peledeístas. Como decir, entre liceístas y escogidistas.

Están en todas partes. Unos y otros, esparcidos como semillas, multiplicándose, como los panes. Unos, con la gracia divina, portadores de alegría. Otros, amenazantes, atrapados en un mundo sinuoso y oscuro que daña todo lo que toca.
El germen de la maldad se arraiga en muchos. Como en las ratas y en las serpientes, las simientes del mal los acompañan durante todas sus vidas.

Madre Teresa, de Calcuta.

Lo mismo podemos decir de quienes prodigan bondad, cuya grandeza los elevan, como el águila. Ellos hacen de su dominio un lugar digno y seguro para vivir. Lleno de paz.

La ideología o filiación política de cada quien no hace la diferencia. Los humanos, por así decirlo, son dignos de gobernar, hacer las leyes e impartir justicia. En cambio, les llega la pena y la desesperación a las sociedades donde se encumbra Lucifer con sus garras.

Hay quienes son buenos sólo por azar. Pero, al fin y al cabo, la maldad brota de ellos porque es parte de su naturaleza. Como es la del alacrán picar, envenenar y matar.

Jóvenes e inexpertos, imbuidos del idealismo marxista, llegamos a pensar que Aristóteles estaba equivocado cuando sostenía que algunos hombres nacían para gobernar y otros para ser gobernados. Antes y después de Marx los seguidores de tal teoría, que es ya un axioma, fueron excluidos y lapidados moralmente, estigmatizados como “clasistas”, al negarles a los plebeyos capacidad y buen juicio para gobernar.

En cierto modo, el tiempo le ha dado la razón a este griego ilustre cuyas ideas han ejercido una enorme influencia en este lado del planeta. Parece que la riqueza o “nobleza” en primera generación no logran conciliar con el alto sentido de justicia y los más generosos sentimientos de comprensión, amor y bondad, esenciales en un juez, legislador o jefe de Estado.

Parece que con la condición y el talento de artista y gobernante se nace, no se adquiere. Tampoco es mejor quien dura mucho tiempo en el poder, sino quien lo merece y es aclamado por todos. Libre y soberanamente.

cenitcorpo@gmail.com
http://www.desdemiescritoriord.blogspot.com/

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