martes, 10 de agosto de 2010

Amargas realidades


Nada ni nadie revivirá
el inerte cuerpo de Sergio Rojas hijo



Sergio Sarita Valdez

Sentado en el recuerdo mi quijotesca mente vuela en retroceso y se anida en el mes de febrero de 1963, mes de la patria y fecha del inicio de la democracia dominicana moderna.

Sintonizo la radio escucho el discurso inaugural del presidente constitucional Juan Bosch. Retumba en mis oídos aquella frase compromisaria final, emanada desde el corazón y pronunciada por unos labios que no supieron mentir: “Mientras nosotros gobernemos, en la República Dominicana no perecerá la libertad”.

Reanudo el vuelo de paloma y me anido en los titulares de los diarios en la segunda mitad del 2010 y leo: Maltrato físico con quiebra de tres costillas a dirigente político que marchaba desarmado. Pienso que se trata de un error de redacción y espero a que transcurra el tiempo y salga el sol ya que mi abuela solía repetirme que el agua se aclara sola al paso de la corriente. Pasa el día y llega la noche sin que ello consiga borrar la triste y bochornosa realidad.

Amanece otro día y esta vez el pensamiento viaja en la imaginación por la década de los setenta del pasado siglo. El núcleo de trabajo del Partido de la Liberación Dominicana de Chicago dispone que sus miembros toquen la puerta de las casas y apartamentos donde viven los y las dominicanas en la ciudad de los vientos en los Estados Unidos.

Convertimos en lector de Vanguardia del Pueblo, cotizante y amigo del Partido al señor Sergio Rojas. Religiosamente aquel hombre ayudaba económicamente al Partido de la estrella amarilla con la esperanza de que algún día pudiera regresar a vivir dignamente en su suelo nativo. De repente me sacudo y medio aturdido decido salir a caminar tempranito por los alrededores del jardín botánico de la capital dominicana. La rabia, el dolor, la pena, la vergüenza, la desilusión y la impotencia se adueñan de mi ser. ¡Ironía de la vida! Compruebo que Sergito, el hijo amado del amigo del partido ha caído víctima de una falsa seguridad ciudadana en la que equivocadamente confió.

Debo admitir públicamente que me ha faltado valor para verle el rostro al padre herido para el cual no tengo explicación, ni justificación ante semejante pérdida irreparable. Nada ni nadie revivirá el inerte cuerpo del doctor Sergio Rojas hijo. Se ha ido a hacerles compañía a los miles caídos en las calles de Santo Domingo bajo el fuego de la bala asesina que no cesa un día de silbar.

¡Cuántos Sergito tendrán que caer mortalmente heridos para que renazca el espíritu de Juan Bosch y cada peledeísta vivo aún no olvide que: “Un gobernante democrático debe tener los oídos abiertos para oír la verdad, ojos activos para ver lo mal hecho antes de que se realice, mente vigilante para que nada ponga en peligro la libertad de cada ciudadano, y un corazón libre de odios, dedicado día y noche sólo al servicio del pueblo!... Pongamos todos junto el alma en la tarea de edificar un régimen que dé amparo a los que nunca lo tuvieron, que dé trabajo a los que lo buscan sin hallarlo, que dé tierras a los campesinos que la necesitan, que dé seguridad a los que aquí nacen y a todos los que erran por el mundo en pos de abrigo contra la miseria y la persecución”. (El autor es médico patólogo)

Santo Domingo, R.D., martes, 10 de agosto de 2010

http://www.hoy.com.do/opiniones/2010/8/9/337365/Amargas-realidades

http://www.desdemiescritoriord.blogspot.com/

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