sábado, 7 de agosto de 2010

Jugar a la memoria





Atisbando //
Bonaparte Gautreaux Piñeyro

¿Permitiremos que el olvido y el perdón se impongan?

Jugar a la desmemoria es una constante en la historia impuesta por los que se quedan con el poder.

Los avances de la humanidad en materia de derechos humanos dan frutos importantes en una y otra latitud, pero no en todas.

Me pregunto si la desmemoria es temor, acotejo, falta de vergüenza, complicidad, reescritura de la historia, para engañar más allá de la existencia de los malandrines que actuaron incorrectamente desde el poder.

¿Es la desmemoria una forma de perdón? ¿Es la desmemoria una suerte de pie de amigo que equilibra la gobernabilidad y la paz social?

Definitivamente la desmemoria es una injusticia, quieras que no, en la cual sólo pierden los pueblos, víctimas de asesinos, ladrones, violadores que viven hasta el fin de sus días, aunque hayan segado la vida de nadie sabe cuántos.

El reclamo de justicia debe ser permanente, pero en nuestro caso, la permisividad y el respaldo a la no persecución del delito tiene el tiempo marcado por la Constitución cuando establece tal o cual cantidad de años para la prescripción.

Ni es de ahora, ni es nada más local el ejercicio de la desmemoria. Es una desagradable constante que se impone aquí, allá y acullá, como si fuera posible olvidar los recuerdos, esconder las injusticias.

En cualquier país hay quienes reclaman, por ejemplo, que Augusto Pinochet era un buen abuelo. También lo era Trujillo.

¿Y qué es ser buen abuelo? ¿Facilitar la vida a los nietos con bienes obtenidos por malas artes, con delitos cometidos al amparo de posiciones oficiales?

Preocupa saber que duartistas, trinitarios y santanistas terminaron amigados por circunstancias difíciles de entender, aunque como era de esperar se impuso la diferencia entre unos y otros, con la expedición de Sánchez y la participación de Mella y Duarte en la Restauración.

Báez se burló del pueblo dominicano una y otra vez montándose sobre la ingenuidad y la falta de conocimientos de la mayoría de su tiempo, para volver al poder una y otra vez y actuar contra la independencia nacional con uno u otro préstamo extranjero.

Hay que repetirlo hasta la saciedad: lilisistas, colaboradores de la intervención norteamericana, criminales trujillistas y balagueristas, cobardes asesinos de constitucionalistas, se pasearon y se pasean por las calles con aires de señorones perdonavidas. Lo peor de todo, es lo que les enseñamos a los jóvenes, una lección que los puede confundir y les permitiría pensar y actuar como si el perdón fuera más importante que la justicia.

He ahí la disyuntiva y la respuesta que cada uno debe dar: ¿permitiremos que el olvido y el perdón se impongan cuando los corruptos de este gobierno salgan del poder?

Santo Domingo, R.D., 07 de agosto de 2010

http://www.desdemiescritoriord.blogspot.com/

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