Lilliam Oviedo
Las declaraciones amistosas del nuevo presidente de Colombia, y la manifiesta intención de Hugo Chávez de rehacer las relaciones entre Colombia y Venezuela para despejar la amenaza de un conflicto militar, no desdibujan el perfil político de Juan Manuel Santos ni arrojan olvido sobre las acciones en las cuales ha tenido participación protagónica.
Neoliberal y descarado guerrerista, Santos ha declarado en más de una ocasión que la oligarquía colombiana tiene derecho a llevar más allá de sus fronteras el conflicto con las guerrillas izquierdistas. Está muy ligado a la ultraderecha que sustenta a los paramilitares, y protege a los altos oficiales que, en sociedad con esos grupos, han asesinado a jóvenes civiles para presentarlos como bajas de las guerrillas (falsos positivos).
Santos cuando era ministro de Defensa.
Miembro de una facción y cuadro del poder estadounidense, comenzó a apoyar activamente al gobierno de Álvaro Uribe Vélez a finales del año 2004. Justo en diciembre de ese año, Uribe y sus asesores enviaron mercenarios a Caracas a secuestrar a Rodrigo Granda, conocido como “el canciller de las FARC”, por haber representado a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, en varios procesos de negociación.
En la incursión en Ecuador el 1 de marzo del año 2008, cuando militares colombianos mataron al comandante Raúl Reyes y a otras 25 personas, no hay que mencionar el protagonismo de Santos, quien era ministro de Defensa. Él mismo, durante la reciente campaña electoral, declaró que no vacilaría en ordenar otra acción similar si lo considerara necesario.
En su afán por diferenciarse de su rival (el Uribe de quien ha sido aliado por necesidad y por compromiso con oscuros sectores), accedió a entregar al presidente Rafael Correa, de Ecuador, las computadoras que pertenecieron a Raúl Reyes.
Político pragmático para quien los principios poco significan, hay que pensar que calculó desde el momento de la masacre, utilizar para el chantaje político esos equipos y entregarlos cuando le resultara conveniente.
Hugo Chavez y Santos Calderon, en Santa Marta, cuando restablecian relaciones.
No puede diferenciarse de Uribe como quisiera, porque esto sólo lo logararía con el anuncio de que comenzará a gestionar la reducción de la presencia militar estadounidense en Colombia y a buscar la forma de revocar el convenio firmado por Uribe para el uso de 7 bases militares. Tendría que ser muy convincente, puesto que, apenas en junio pasado, declaró que siente orgullo de que Colombia sea considerada una especie de Israel en América Latina. ¿Acaso le gustaría asemejarse él mismo a Benjamín Netanyahu? No tendría que hacer gran esfuerzo.
Ayer se reunió con el presidente Chávez, invocando “la inspiración de Dios y del Libertador Simón Bolívar”... Pero es un agresor cuyo rostro se puede ver detrás del disfraz que ahora ensaya.
Santo Domingo, R.D., miercoles, 11 de agosto de 2010
(lilliamoviedo@yahoo.es)
http://www.elnacional.com.do/opiniones/2010/8/11/57074/La-inspiracion-de-quien
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