Eduardo Álvarez
El Primer Congreso del PRD José Francisco Peña Gómez es una fiesta por la unidad. Yvelisse Prats-Ramírez de Pérez, Tirso Mejía-Ricart y Hugo Tolentino Dipp han apostado, con celebrado acierto, a la esperanza y a la renovación de esta, la más grande agrupación política del país.
Contagiados de su entusiasmo, aplaudimos de pie a estos dirigentes y los aspirantes presidenciales que se abrazaron y levantaron las manos, en un generoso gesto de fraternidad.
Miguel Vargas, Hipólito Mejía, Guido Gómez, Luis Abinader y Eligio Jáquez reafirmaron sus potencialidades. Correspondieron a esta convocatoria, entendiendo que las posibilidades de triunfo dependen, indiscutiblemente, de la concertación y la suma de sus fuerzas.
El choque de ideas es parte de la lógica política, sobre todo en un partido de multitudes, conformado y dirigido por representantes de los todos los estratos sociales, como lo es el PRD.
La principal tarea a ser acometida por la dirigencia del PRD y los precandidatos es, por tanto, entrenarse en la resistencia y tolerancia.
Sabemos que corremos el riesgo de ser utópicos e idealistas al plantear la unidad a partir de una simple actividad en un partido de masas con diez años fuera del poder. “Todo idealismo frente a la necesidad es un engaño," advertía Nietzsche.
Este Congreso sirvió para discutir aspectos prácticos y programáticos, de rápida ejecución, a saber: los retos del PRD frente a la situación nacional; adecuación generacional, conforme los nuevos tiempos; retomar las relaciones de los frentes y redes sociales; valorar y trazar una efectiva política de alianza, revitalizando las internacionales.
Sin embargo, preferimos creer que los dominicanos no hemos agotado aún las posibilidades de bondad, inteligencia, sentido común y honestidad política. En esto se traduce nuestra apuesta a la renovación y la esperanza de la que nos habla Yvelisse Prats-Ramírez de Pérez en la vigorosa y elegante épica a que nos tiene bien acostumbrados.
Santo Domingo, R.D., domingo, 10 de octubre de 2010
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