sábado, 16 de octubre de 2010

Desde Paco Escribano a Freddy Beras Goico...




Marcio Veloz Maggiolo

Se llamaba Rafael Tavárez Labrador y había nacido en Santiago. La sociedad dominicana le conoció como Paquita Escribano, personaje del canto femenino al que comenzó imitando en los escenarios nacionales, hasta que la radio le convirtió en una especie de líder de la comedia, el chiste amargo, el chisme nacional y el humor de todo tipo. Entonces los años lo convirtieron, en un extraño cambio de sexo gramatical en Paco Escribano.

Don Paco le llamó Valentín González a partir de los años cuarenta, y en los barrios, ocultamente, los muchachos seguimos llamándole “paquita”. Con frecuencia le vimos en las calles de Villa Francisca, barrio que don Paco amó, y en el que vivió muchas veces. Su amiga Isabel Rollins solía recibirlo en la calle Jacinto de la Concha, al borde de la antigua escuela Haití, luego Comando B-3 y más tarde Villa Cucaracha, y sacarle su mecedora grande en la que Paco se “estribaba” y recibía a algunos amigos. Uno de ellos era el sin par Miguel Sampol, un cocinero de dotes tales que era invitado entonces por las grandes familias para los “buffets” en las casas del poder, siendo además experto en repostería de importancia en toda la capital. Miguel era amigo de doña Isabel, y en esa casa de madera de tres puertas, con patio alto hacia la calle Tomás de la Concha, podía verse el trío conversar. Para esos años finales de los cuarenta Paco era famoso. En la cuesta o bajada de la calle, entre Félix María Ruiz y Ravelo, jugábamos al béisbol. Paco, a diferencia de su sentido humorístico radial, no tenía muy buen humor para con los muchachos que usábamos la calle como campo deportivo. De modo que cuando la mecedora de Paco estaba en la acera alta teníamos que ser cautelosos, porque en ocasiones alguien llamaba a la Policía y se armaba el corredero.

Vivir en Villa Francisca

Rafael Tavárez Labrador (Don Paco Escribano).

En la Villa Francisca de entonces, Paco vivió durante algún tiempo en casa de la familia Rivera, donde “las Rivera”, hermanas de Felo Rivera, cátcher de los equipos del barrio. De esa época era el famoso guacamayo de Paquita. El primer engendro de cotorra grande que vi en la vida. El animal, ubicado en el balcón, gritaba en las madrugadas y mi padre decía: “oye la bocina de Paquita”. Era un animal colorido que se le posaba en el hombro y que creo le trajeron de Perú o de no sé dónde. Los adolescentes pasábamos por la puerta de “las Rivera” para ver de cerca el guacamayo de Paco. En verdad un animal bello. La casa, ubicada en la calle Enriquillo casi esquina Ravelo, era igualmente de madera, de acera alta en una calle sin asfalto como las de entonces, ubicada frente al colmado de Trompoloco, donde bebíamos con frecuencia leche batida y cierto mabí de buen sabor.

Entre Villa Francisca y Villa Duarte

La otra residencia de Paco Escribano, creo que simultánea con la creación de Radio Escribano en Villa Duarte, fue en la calle Catelar, un callejón hoy arropado por túneles aéreos que atraviesan la calle, en el laberinto comercial que representa la Villa Francisca actual, destruida y arrabalizada por un comercialismo sin controles, en donde todavía la glorieta tiene la pintura roja que en su cúpula distingue la campaña reformista hecha una vez, desde el Ayuntamiento por los seguidores de Corporán de los Santos.

Para nosotros Paco Escribano ha sido el humorista más controversial de la radio dominicana. Inteligente, con grandes ínfulas de intelectual al punto de crear poemas que, como “La vidriera”, declamada en sus programas meridianos, era un enamorado de las canciones y de la vida española. La influencia de la original Paquita Escribano le mantuvo siempre al borde de una hispanidad entre cómica y seria. Hay fotos de Paco aún entrado en años con peineta sevillana, mantón de Manila, cejas pintadas, y mirada andaluza. Nadie olvida aquellos programas en los que interpretaba no sólo plenas como El Obispo de Roma, su tema musical, sino parte de cuplés como La Chica del Diecisiete, o pasodobles como Silverio, de Agustín Lara, o Baldomero Tuercebotas, músicas que referían viejas experiencias escénicas de su etapa andaluza.

La radio cambió “lo andaluz”

Pero fueron residuos de un pasado hacia un presente en donde la radio cambiaría lo andaluz por lo popular dominicano. Y ese espacio, el cual viví desde los años cuarenta, se completó con un artista disímil, liberal en muchos casos, indescifrable, que siendo un querendón de la madre de Trujillo y amigo de mucha gente de poder, se atrevió en ocasiones a criticar solapadamente la dictadura, lo que le trajo graves inconvenientes, pero no la muerte, como se ha dicho. Paco Escribano conformaba con Valentín González un dúo inquebrantable. El cantante Frank Cruz fue uno de sus grandes amigos, y el Doctor Chan Aquino el médico que le atendió en sus días finales.

Ciprián el que vende “chinas”

La HIZ, estación radial propiedad de Frank Hatton, de largo historial en la radio nacional, dio cabida al programa meridiano de Paco. Al mediodía nadie que tuviera radio se perdía el mismo. La retahila de chistes, las ocurrencias, la amenidad, y el desparpajo del artista iban desde el chiste inteligente hasta el de cierta vulgaridad. El repentismo era su fuerte. Durante aquellos días existía un personaje llamado Ciprián, característicamente homosexual, vendedor de naranjas. Era un hombre alto y de nariz aguileña, blanco si puede llamarse blanco a un tipo también de piel anaranjada. La fama homosexual de Ciprián le inspiró a Paco un cantar que más que cantar era una amenaza: “Ciprián el que vende chinas...te quiere ver, ay te quiere ver....Ciprián el que vende chinas, es un tipo popular, la gente por las esquinas no se cansa de gritar...Ciprián el que vende chinas .. te quiere ver, te quiere ver”.

Entre nosotros el cantar de don Paco era usado para la burla de algunos amigos que tenían ciertas tendencias nada varoniles.

De chiste en chiste o de chisme en chisme el programa de Paco animaba las contradicciones familiares, denunciaba situaciones urbanas y chismes de barrio y más de un cuerno terminó en tragedia, mientras que criticaba en ocasiones a los del Ayuntamiento, o a personas que tenían cierta prosapia, y el cuento de que dijera que si en La Voz Dominicana caía una bomba saldría el plumerío porque allí volaban desde el más chiquito hasta “el mayor”, fue una realidad que escuchamos y que se expandió por toda la capital, siendo la comidilla de los barrios y de ciertas clases. Se dice que el mayor Petán Trujillo se sintió, naturalmente aludido en su machismo digital, y que doña Julia Molina, la llamada “Excelsa Matrona”, tuvo que intervenir con el Generalísimo para evitar la tragedia. No estaba el programa exento de puyas políticas que generaban situaciones contra los desafectos al régimen.

Paco tenía en sus programas radiales un grupo de músicos que generalmente acompañaban a Frank Cruz en las interpretaciones de aquellos temas que no eran los del actor. Recuerdo A Riquín Bustamente, hermano del maestro Bienvenido Bustamente. En 1985, cuando visité Estocolmo, supe por Ramón Bodden que Riquín vivía allí como músico desde hacía largos años. No pude verlo. Paco se refería a El Mulo, uno de sus músicos, y hacía chistes fuertes con sus dotes masculinas.

Cero invasión, una caída estrepitosa

Oriundo de las tablas, como dicen los artistas, Paco Escribano nunca abandonó el teatro. Escribía comedias ligeras, muchas de ellas hechas para trabajar en el papel femenino, que era su gozo. El Teatro Julia, de Villa Francisca, fue escenario de algunas de sus obras. A veces no se presentaban obras, sino que la noche era velada de chistes, en verdad chistes verdes a los que Valentín les daba un sabor entre cubano y andaluz.

Poco antes de los años finales de la dictadura, justamente a raíz de la invasión del 14 de junio de 1959, Paquita estrenó una obrita titulada “Cero Invasión”, en la que se burlaba de la misma, y presentaba a los campesinos dominicanos exterminando chistosamente a los invasores a cacerolazos limpios. En verdad la decadencia de Paco había comenzado. El país estaba dividido, muchos jóvenes dominicanos apoyaban silenciosamente a los invasores, La Voz Dominicana había radiado aquellos avisos en los que se daba la lista de los muertos con saña. Sobre Paco corrieron rumores que lo vinculaban con hechos relacionados con celestinaje de alto nivel, se llegó a decir que fue golpeado por un alto integrante del poder dominicano de la época mediante esbirros contratados para ello y que murió de esa golpiza. Se dijo que la golpiza fue hecha con pequeños sacos de arena. De modo que la imagen final pudiera haber sido la de un mártir de la tiranía. Yo mismo escribí sobre el rumor en alguna ocasión, pero el Doctor Angel Chan Aquino, quien le acompañó hasta Puerto Rico para tratarle males renales, me corrigió en un artículo de hace años. Paco tenía problemas de ese tipo, y murió precisamente a causa de ellos. No hubo golpiza ni nada parecido.

Llegar a Freddy Beras

Paquita Escribano dominó una época absurda de la vida dominicana. No había televisión en sus años de mayores éxitos, nunca incursionó realmente en ella cuando apareció la misma en los años cincuenta. Fiel a la radio y a la escena, murió en la pre-modernidad.

Si se quiere comparar su actividad con la de Freddy Beras Goico, creo que los parámetros son diferentes. Recientemente se ha hablado de comparaciones en algunos trabajos en la prensa nacional. Freddy me parece el humorista local más completo que ha tenido el país. Freddy es el humor moderno dominicano, con una fuerza histriónica superior a la de Paco, quien era monótono como actor y como imitador, quien nunca rasgó una guitarra, quien jamás se diversificó en personajes como los de Freddy, y quien intelectualmente no alcanzaba las zonas que alcanza Freddy. Freddy, en lo político, es parte de una familia golpeada por la dictadura en el preciso momento psicológico en el que Paco había estrenado Cero Invasión, y es el exiliado anti-trujillista, y el combatiente de abril. No hay paralelismos, pese a que la impronta de Escribano está en muchas de sus concepciones, pero es la mejor impronta. A Freddy lo conozco desde que era un niño y recuerdo aquel día en que tomándonos un mondongo donde Malkún junto, Maximito Beras, su hermano y amigo desaparecido, al ver mi sorpresa porque repetía la dosis, me dijo, como excusándose:

“Marcio, quiero que sepas que soy una de las grandes cucharas de la patria.” En aquel momento Freddy tenía sólo 14 años. Fue la primera vez que Freddy Beras Goico me hizo reír, y no he podido parar de hacerlo, ni he dejado de admirar su inteligencia.

Santo Domingo, R.D., sábado, 16 de octubre de 2010


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