Susi Pola
El 12 de octubre de 1492, marcó el inicio de un largo período de imperialismo colonizador que cambió el rumbo de la historia del mundo europeo de entonces y marcó una herida profunda en el continente hoy americano, abordado con la violencia que significa apoderarse de las comunidades a través de las armas y en desbalance de poder.
Las diferentes miradas a la historia de América, coinciden en que, durante la primera etapa del dominio español, se produjo en el continente colonizado una verdadera catástrofe demográfica que redujo notablemente la población de habitantes autóctonos/as, hablándose hasta del genocidio de millones de personas indígenas muertas por la violencia de la gesta.
La despoblación brutal obligó a los colonizadores a nuevas prácticas de recuperación de personas sometidas, arrancando de las tierras costeras africanas a hombres y mujeres para esclavizarlos, un proceso para la pérdida de los valores que realmente definían a estos grupos étnicos y para la transmisión de prejuicios arraigados hoy en nuestra cultura.
Se habla poco de la suerte de las mujeres en esta vida de opresión y violencia, a pesar de la participación activa en la producción y la reproducción de la colonia, una vida determinada por su sexo, por su etnia y por su clase dentro del marco de la cultura hispánica dominante, con valores, prácticas sociales y religiosas patriarcales, racistas y clasistas.
Pero la discriminación de género se marcaba diferente para las mujeres blancas, obligadas a reproducirse para consolidar el sistema dominante, de las indígenas, negras, mestizas y mulatas, que sufrían una esclavitud promovida y controlada por los hombres.
En la Hispaniola, documentos hablan de abortos masivos de las indígenas taínas para no reproducir el mestizaje, lo que con el exterminio como política de la colonización, determinaron la desaparición de estas mujeres activas en sus reclamos, con Anacaona como referencia.
Las mujeres negras, arrancadas de las costas africanas y las mulatas, nacidas en ese ambiente de violencia, fueron triplemente discriminadas, por ser mujeres, esclavas/pobres y negras, explotadas sexual y laboralmente, sin esperanzas más allá del cimarronaje que también, las puso en manos de sexismo de su propia raza.
¡De estas mujeres descendemos! ¡Esta historia hay que contarla hoy!
Santo Domingo, R.D., martes, 12 de octubre de 2010
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