martes, 30 de noviembre de 2010

Carta a una amiga


Pedro P. Yermenos Forastieri 

Es evidente que, pese a la brevedad de nuestra relación de amistad, me estás conociendo, porque tal como me dices en tu reciente mensaje, el 25 de noviembre es una fecha muy particular para mí. En efecto, soy un admirador apasionado de Minerva Mirabal, de sus pensamientos, de su personalidad, de su arrojo, de su valor, de su coraje, de su irreverencia al enamorarse de un hombre a quien superaba en edad. 

Ella no fue asesinada por ser mujer, ni porque no aceptara entregarse al monstruo, no, lo fue por sus ideas y por la acción política que llevaba a cabo con tanta entereza. Por eso, siempre he rechazado con vehemencia que se vincule su asesinato, casi de forma exclusiva, a asuntos propios de la inaceptable violencia de género, porque eso disminuye la extraordinaria dimensión de sus sueños. 
También es cierto que mi familia, especialmente mi Mamá, estuvo y sigue estando vinculada a la familia Mirabal, al punto de que mi progenitora, contra todo sentido de prudencia y conservadurismo, asumiendo riesgos y siendo en la ocasión esposa del síndico de Salcedo, acudió al funeral de sus amigas y se permitió derramar sus lágrimas de indignación ante la barbarie cometida. 

Quiero comentarte que Minerva Mirabal debiera ser el referente a recurrir por la sociedad dominicana para encauzarse por otros senderos muy distintos a los que transita en la actualidad. Estoy convencido de que si estuviera físicamente viva, se mantuviera a la cabeza de la lucha por revertir una situación que está muy lejos de constituir la concretización de sus más caros ideales políticos. 

Pero aquí nos sorprende el 50 aniversario de su asesinato, tan rezagados en la conquista de los anhelos que desataron la orden criminal e intolerante. Quizás los intolerantes del presente sean distintos y de diferentes matices, pero intolerantes al fin y al cabo y, lo más importante, la nación a la que aspiraba y por la cual ofrendó su vida, nada tiene que ver con la que hemos construido en este medio siglo. 

Hoy más que nunca se requieren muchas Minerva, sobre todo, precisamos de continuadoras que trasciendan los meros juramentos sin ningún sustento en las prácticas y militancias políticas de quienes juran, prácticas que no son otra cosa que lamentables complicidades con todo esto en lo que hemos devenido como nación pretendidamente democrática, por lo cual, quedan evidenciadas como muestras elocuentes de una absoluta y penosa incoherencia.

Santo Domingo, R.D., martes, 30 de noviembre de 2010

http://www.elnacional.com.do/opiniones/2010/11/30/67995/Carta-a-una-amiga

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