miércoles, 17 de noviembre de 2010

El museo pro-Trujillo



Bernardo Vega

El diputado perredeísta Leivin Guerrero ha propuesto que, con fondos del Estado, se construya en San Cristóbal un museo sobre las supuestas virtudes del régimen de Trujillo. 

Lo primero que asombra es que el partido al que pertenece, el PRD, no lo haya amonestado o sancionado públicamente, ya que ese partido fue creado en La Habana precisamente por el exilio anti-trujillista. Ese silencio es indicativo de cuánto se ha alejado el PRD de los principios y la ética bajo los cuales fue creado. 

El diputado ha planteado que el motivo tras su sugerencia es que ese museo promovería el turismo en San Cristóbal, de donde es congresista y donde también nació Trujillo. Como los sueldos, honorarios, gastos de representación, el “barrilito”, etc. de los diputados son tan generosos, sugerimos al señor Guerrero que viaje a Rusia a ver si encuentra un museo honrando a Stalin y que luego prosiga a Alemania, a ver si localiza otro que honre la memoria de Hitler. 

Leivin Guerrero. 

En caso de alegar que no hay fondos para un viaje tan largo, le proponemos que visite a Venezuela, Colombia, Nicaragua, Argentina y Cuba a ver si allí hay museos honrando las memorias de Pérez Jiménez, Rojas Pinilla, Somoza, Rosas o Batista. 

Si el señor Guerrero realmente quiere impulsar el turismo en San Cristóbal le proponemos que se encargue de promover la puesta en valor de las cuevas de “El Pomier”, cercanas a esa ciudad, donde existen las mejores representaciones del arte rupestre taíno en toda la isla. 

Al caer la tiranía nuestro país no hizo lo que luego promovió Hungría cuando se liberó del comunismo: en una finca en las afueras de Buda se recogieron los miles de bustos de Stalin y Lenin y los cientos de esculturas “revolucionarias” que enfatizaban las excelencias del comunismo. Los que visitan ese museo al aire libre no pueden dejar de sentir angustia, y, además, repudio, por el mal gusto de aquellas obras. Allí, en una tienda de recuerdos adquirí una latita que contenía, según decía en su etiqueta, “el último suspiro del socialismo”. 

Al caer la tiranía, Ramfis Trujillo desde su exilio en París representaba un peligro para la joven democracia, dada su gran fortuna y sus leales amigos dentro de unas fuerzas armadas dominicanas, especialmente las de San Isidro, que tan sólo serían “destrujillizadas” diecisiete largos años después al asumir Antonio Guzmán, precisamente del PRD, el Gobierno. Fue por esas razones y dentro de ese ambiente que en 1962 se pasó la ley que prohíbe las actividades trujillistas. 

A pesar de que el dictador, durante treinta y un largos años, no permitió la libre expresión en el país, los que defendemos la democracia consideramos que ahora tenemos que permitir todo tipo de expresión y que el libro de Angelita Trujillo se venda libremente, a pesar de ser un libelo. Los difamados siempre podrán ir a las cortes, tanto aquí como en el extranjero, para lograr resarcir su honor. Ojalá lo hagan. 

La primera hija de Trujillo, en sus memorias, puso en ridículo a su padre por sus excesos. Una nieta escribió una novela en la que admite los crímenes de su abuelo. Un hijo entregó sus archivos a Emilio Rodríguez Demorizi para que hiciese uso profesional de los mismos. Tan sólo Angelita y su descendencia tratan en vano de modificar la historia. 

Es irónico que lo que queda de la fortuna del tirano esté hoy en día en manos de dos extranjeras, la actriz de origen europeo Iris Lía Menchell, viuda de Ramfis y mejor conocida como Lita Milán, y Alma, la hija del coronel de la infantería de marina Charles MacLaughlin, con larga residencia entre nosotros, quien es viuda de Negro Trujillo. Tal vez parte de la rabia de Angelita y sus descendientes es que le tocó poco. ¿Por qué Lita y Alma no construyen con su herencia ese museo en Madrid o la Florida, donde residen y donde hay muchos turistas?

Santo Domingo, R.D., miércoles, 17 de noviembre de 2010


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