Pedro P. Yermenos Forastieri
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La eliminación del voto preferencial por parte de “la nueva” JCE, a lo cual se abocó sin haber propiciado el debate necesario para que diversos sectores se pronunciaran al respecto, constituye una premonición de los senderos que se propone transitar ese organismo, los cuales, sin ningún resquicio de dudas, van en desmedro de la consolidación de los derechos democráticos de la ciudadanía.
No obstante, lo peor del desatino cometido radica en los argumentos que se han ofrecido para actuar en esa dirección, los cuales, representan una abdicación imperdonable del organismo electoral a su compromiso ineludible de contribuir al fortalecimiento de las prerrogativas de los electores y al establecimiento de un clima de auténtico ejercicio democrático en los certámenes electorales.
En efecto, que el sistema clientelar y populista al que ha sido reducido la implementación de la vida partidaria en el país, propicie un escenario desgarrador a lo interno de las organizaciones políticas, que resulta ideal para quienes dispongan de muchos recursos, no es una circunstancia atribuible al voto preferencial, como han esgrimido los responsables de este retroceso que se ha consumado. En consecuencia, esa minusvalía no se va a solucionar con la eliminación de este último. Al contrario, se han sentado las bases para una selección de propuestas de los partidos bajo reglas autoritarias y espurias.
En ese sentido, resulta desafortunado que la entidad llamada a jugar un rol estelar en la reversión de un cuadro tan penoso como el descrito, pretenda convencernos de que obtendrá ese propósito reduciendo las posibilidades de libre elección de quienes concurren a un proceso comicial. La JCE ha optado no sólo por el camino cómodo y, por ello, irresponsable, sino por el que a poco tiempo empeorará la realidad que intenta transformar.
Pretender abordar una problemática como la anterior, haciendo desaparecer el voto preferencial, equivale a suponer que podemos tocar la luna porque la observemos a través de un potente telescopio. Las ilusiones sólo se concretizan con el trabajo y la persistencia, nunca con espejismos y argucias.
El voto preferencial, a medias y distorsionado como se ejerce en la actualidad, es una conquista del electorado. Lejos de extirparlo, lo que procede es hacerlo más abarcador, universal, democrático, que por medio del mismo se permitan candidaturas independientes, sin ataduras al horror que ha significado un sistema partidario que hace tiempo dejó de movilizarse por algo distinto a la prebenda, el lucro y el enriquecimiento fabuloso.
Santo Domingo, R.D., martes, 09 de noviembre de 2010
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