Orlando Gil
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El ocioso
Cuando niño escuchaba a los mayores decir que “el ocioso no piensa nada bueno”. Y es verdad. Los senadores del PLD, que eran todos, se las pasaban viéndose el ombligo como si fueran Buda, ante el impasse de los diputados que no decidían sobre las cinco ternas para seleccionar los miembros de la Cámara de Cuentas. Entre aburridos, y como forma de curarse la modorra, se planteó la necesidad de realizar una rueda de prensa para apoyar la reelección del presidente Leonel Fernández, un pronunciamiento que hubiera conseguido prensa, pero no grandes titulares. En esa línea no andaban todos los senadores, pues hay que se deciden por la sutileza de esperar que el mandatario se defina y otros exploran la posibilidad de la reforma o de referendo. Prim Pujals es la golondrina que no hace verano, y es de los recién llegados que los peledeístas deberán cuidarse, pues su tanto afán lo delata. Quiere ser más detective de la cuenta, y ganar con el jefe del Estado más espacio del que como aliado le corresponde. Los peledeístas se ven entre sí y no saben a qué atenerse. Ni que fuera un peje Capitán...
La carta
En esa circunstancia fue que apareció José Rafael Vargas, el senador de Moca, y logró un consenso que quiso se pusiera en tinta y papel: una carta dirigida al jefe del Estado en que se recogiera el ánimo del colectivo sin tocar de manera directa la reelección. El documento da muchas vueltas sobre sí mismo, se repite y reitera, como si se perdiera en el camino, pero en diecinueve párrafos no menciona la palabra reelección más que una vez y como parte del contexto del actual debate nacional. Vargas, por lo mismo, yerra el tiro, pues pretende recuperar un Leonel Fernández que se hace cada día prisionero de su propio destino. Él como gobernante no necesita la reelección, pero la reelección lo necesita a él. Nadie se hace reo de su propia trampa, pero sí cae en una de oso, debe abandonarse a su suerte. El propósito era que el mandatario entendiera que ellos estaban con él, pero el resultado fue otro. Todo el mundo la cogió en el aire: los senadores estaban con la reelección. Incluso, casi apremian al jefe del Estado...
La soledad
El apremio se hace de manera tan sostenida (“...usted tendrá que tomar una decisión...”), que sorprende su temperancia, mucho más que la insistencia tenía como fin claro “...seguir tras sus pasos, en cualquier circunstancia que la vida le depare”. Esto es, como dice el pueblo, que le estaban dando por el hueso del gusto. Ahora, una cosa es la carta o las palabras, y otro el acto en el Palacio Nacional. Infinidad de grupos o personas quieren entregar una comunicación al jefe del Estado, y no se consigue cita ni se incluye en la agenda oficial. ¿Por qué se encontró espacio y tan pronto para los senadores? No hay manera de disimular lo obvio. Los diputados andan en los mismos pasos, sin darse cuenta de que segundas partes nunca fueron buenas, y que el propio presidente Fernández podría alarmarse ante la posibilidad de que esos destapes se produzcan en cadena. La excusa es que el gobernante está solo y no quieren que sienta la soledad del poder, confundiendo situaciones con percepciones. No puede estar solo quien anda en permanente campaña, y el poder, desde los inicios del mundo, es un ejercicio de soledad...
Falsedad
La otra explicación oficiosa de la carta de los senadores y del acto del Palacio Nacional de principio de semana, según su propio decir, es esa la falta de reconocimiento social y político a un presidente que está llevando a cabo una inmensa obra de gobierno. El propósito, por tanto, era cubrir esa deficiencia. Error y falsedad. Error, porque no se puede mantener una ofrenda permanente a los gobernantes. El incienso y la mirra son para otros fines. Además, ¿qué gracia tiene celebrar en familia? Falsedad, porque cada vez que el presidente Fernández se somete a una consulta nacional, los electores lo distinguen otorgando a su candidatura más del cincuenta por ciento de los votos. ¿Acaso su ego es de sensibilidad extrema y no se resiste al abordaje pirata?...
Santo Domingo, R.D., sábado, 13 de noviembre de 2010
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