sábado, 13 de noviembre de 2010

La historia




Atisbando // 
Bonaparte Gautreaux Piñeyro 

Félix Servio Ducoudray era insospechable de trujillismo. El y su familia sufrieron los rigores de la tiranía del trujillaje, por lo cual vivieron largos años fuera del país. 

Trabajábamos en la revista ¡Ahora! bajo mi dirección, y aquella mañana le comento que había muerto el maestro Luis Alberti. 

Félix Servio reaccionó rápidamente y dijo: sí era un gran trujillista, le escribió muchos merengues a Trujillo. 

Con la misma presteza repliqué: cierto, escribió muy buenos merengues, incluyendo los dedicados a Trujillo, que bailamos con mucho gusto por su calidad musical; uno no baila las letras, terminé. 

En la escuela normal (secundaria) de mis tiempos, no enseñaban la Restauración de la República y aún hoy se llama gavilleros, como si hubieran sido bandidos, a los patriotas que se opusieron con las armas en las manos a la ocupación norteamericana de 1916-1924. 

En los liceos públicos y privados del país aún no se enseñan las gestas, el pensamiento, los escritos, las vidas de Ulises Francisco Espaillat, Francisco Gregorio Billini, Pedro Francisco Bonó… y paro de contar. 

En mis tiempos se ocupaban de enseñar, con mucho énfasis, reseñas de los hechos ocurridos en Europa y América que no profundizaban en la historia. 



En la composición, figuras de incidencia en la vida de la isla y de las dos naciones que comparten su territorio, Haití y República Dominicana. (EAR-PresenciaDigitalrd)

Fue después de terminar la secundaria cuando leí y estudié la Restauración y sus personajes estelares y otros episodios fundamentales que conforman la dominicanidad; ello, porque en la escuela la enseñanza de la historia era muy superficial y se limitaba a simples menciones. 

No es extraño, para blanquear a Trujillo inventaron hasta títulos nobiliarios y ancestros de noble alcurnia. 

De la actividad de chivato de su abuelo no se hablaba. De roba vacas a dueño de la única radio-televisora del país, su hermano Petán; de puta a gran dama de la sociedad, una de sus hermanas; de asesino y genocida a “padre de la patria nueva”. 

Esa historia se quiere ocultar y resaltar la obra física contra el ejercicio del envilecimiento y las bajezas. 

El miedo al miedo y la posible confrontación con sus propias acciones, durante la tiranía de Trujillo, ha servido para ocultar la historia. 

A Balaguer no le podía interesar que los niños conocieran toda la historia, incluida la de los tiempos de Trujillo, tampoco convenía a militares, policías, comerciantes, a la iglesia Católica, a quienes se enriquecieron ilícitamente, muchos por vergüenza, otros por complicidad. 

La bola continuó el curso y hoy nos enfrentamos a la prohibición de un museo sobre Trujillo. 

Tenerle miedo al miedo e intentar ocultar la realidad no son un buen ejemplo para los jóvenes de hoy. 

Santo Domingo, R.D., sábado, 13 de noviembre de 2010 

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