José Antonio Torres
El problema de los dominicanos es que nos hemos acostumbrado a vivir de espalda a la realidad. Esa es la razón por la que el fantasma de Trujillo ha logrado sobrevivir de generación en generación. La propuesta de construcción de un museo al “Jefe”, en San Cristóbal, debe reflejar lo que vivió la sociedad dominicana en esos 31 años de dictadura; y con ello contribuir a contar la historia.
Estoy seguro de que la propuesta del diputado perredeísta Leivin Guerrero no busca resaltar la figura del dictador más sanguinario de toda América Latina, sino rendir tributo a las miles de víctimas asesinadas durante las tres décadas en que gobernó Trujillo.
Por esa razón, me atrevería asegurar que la entrada del museo estará adornada por dos réplicas de los temidos “cepillos”, y en la primera sala estará una silla eléctrica o la famosa foto en la que se ve a José Messón electrocutado en ella.
Habría también imágenes del matrimonio de Virgilio Mainardi Reyna y su esposa embarazada Altagracia Almánzar. Ellos tuvieron el “privilegio” de convertirse en las primeras víctimas de la incipiente dictadura.
La estructura del museo debe estar sustentada en no menos de cinco columnas anchas, con placas delanteras y traseras, para inscribir, en las placas delanteras los nombres de las víctimas de la dictadura, y en las traseras los nombres de los colaboradores del régimen.
Desde aquí, respaldo sin reservas cualquier iniciativa en este sentido, ya que sería la única garantía de que el país no vuelva a caer en manos de gente que disfruta del crimen y el latrocinio.
La construcción del museo no debe esperar, y allí deberá ir cada estudiante, cada joven, en fin, cada dominicano interesado en conocer la verdad sobre un régimen que asesinó a miles y expropió bienes a otros cientos.
Santo Domingo, R.D., martes, 09 de noviembre de 2010
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