Euclides Gutiérrez Félix
(y XII)
Para que la capital de la República Dominicana pueda recobrar los perfiles de una urbe tropical a la cual “tocó la mano de Dios”, es necesario en el orden prioritario, como tarea inmediata, la iluminación y la limpieza, ambas responsabilidades municipales, a las cuales el gobierno nacional, del que forma parte el autor de esta columna, que es el gobierno del Partido de la Liberación Dominicana que encabeza el doctor Leonel Fernández Reyna, debe prestar toda su cooperación y si es necesario aportar recursos para esa obligatoria, imprescindible misión, ejerciendo y haciendo uso de la autoridad que tiene el gobierno central y creando programas especiales a través de las emisoras del Estado, para educar a la ciudadanía, a observar una conducta respetuosa de las ordenanzas municipales y las disposiciones gubernamentales.
La primera urgencia, en ese sentido, es el ordenamiento del tránsito urbano. En las numerosas ocasiones que el autor de esta columna ha tenido la oportunidad de visitar otros países, particularmente en el ámbito americano, no hemos visto otra ciudad con tanto desorden urbano como Santo Domingo. No solamente son los choferes de los vehículos públicos, carros, minibuses, camiones de carga de combustibles, arena, gravilla y todo lo que se transporta, acompañados de manera permanente por los motoristas, mensajeros, delibery y motoconchos, que han llegado a la conclusión, al parecer como afirma este periódico con responsabilidad, que son los dueños del país. Es una falta de respeto a la ciudadanía el tránsito de camiones gigantescos cargados de materiales de construcción, huérfanos de lonas de protección a todas horas del día, por las vías de comunicación más importantes de la ciudad. No respetan a los agentes de tránsito ni de Amet, ni a nadie, policías o militares, como sucede también en las carreteras del país.
La tarea no es fácil y someter a la obediencia a las leyes y el respeto a las autoridades de la Nación se hace más difícil por la falta absoluta de conceptos que solamente se enseñan y asimilan los seres humanos cuando reciben educación en las escuelas primarias del Estado, o en los colegios de educación que pertenecen al sector no gubernamental. La educación integral sobre la base de los conceptos morales que recibimos los dominicanos hasta el año de 1954, cuando los lineamientos generales que Eugenio María de Hostos dejó como herencia a nuestro pueblo, fueron erradicados por el grave error de Rafael Trujillo Molina, de suscribir un Concordato con la Iglesia Católica, convencido de que sería proclamado como “Benefactor” de esa institución religiosa. Cincuenta años después sufre nuestro pueblo las consecuencias de ese grave error político.
Es necesario, urgente, inmediato que nuestro pueblo, en términos mayoritarios, aprenda a no hacer caso a la cháchara de los políticos populistas, aprovechadores, ascensoristas, dirigidos por veletas del momento, a quienes no importa el destino de la Nación que Duarte y sus compañeros, patriotas, revolucionarios, anticolonialistas y demócratas, convirtieron en república a partir del 27 de febrero de 1844.
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