Cuando se habla de la violencia contra las mujeres, hay referencia a todas las expresiones violentas dirigidas a la mujer por el desbalance de poder y la desigualdad que genera como propuesta socio cultural. Son las violencias cuyo mayor riesgo de sufrirlas es, precisamente ser mujer.
Ana Carcedo, investigadora costarricense, explica que no es una manifestación más de la llamada violencia social, sino de una forma específica de violencia, de carácter estructural, direccional y asimétrico, ejercida por los hombres o por el orden patriarcal contra las mujeres. Y sus manifestaciones barren el campo de lo físico, lo emocional, lo sexual, lo material o lo simbólico, su esencia es el control que somete, que dispone sobre la vida ajena individual, así como sobre el colectivo femenino para mantenerlo dominado. (En “No olvidamos ni aceptamos: Femicidio en Centro América”, estudio comparado en el que República Dominicana participó, publicado recientemente).
La última manifestación de estas violencias, dirigidas solo a las mujeres y en cualquier estadio de su vida, es el feminicidio, definido como el asesinato misógino de mujeres cometido por los hombres desde su superioridad de género, un crimen en incremento que como dice la socióloga mexicana Julia Monárrez, tiene que ver con los motivos, con las heridas que se inflingen en el cuerpo de la mujer y con circunstancias sociales que imperan en ese momento.
En nuestras sociedades patriarcales, el exterminio de las mujeres se presenta bajo diferentes esquemas, pero fundamentalmente, trata del control y la vigilancia sobre el cuerpo de las mujeres, desde la decisión de cómo debemos lucir, actuar y vivir, hasta como debemos morir.
Estos crímenes misóginos se producen en un marco de tolerancia social, en la impunidad política y con el Estado a la cabeza, porque la importancia no es contar las muertas, ya sabemos que en el país cada día y medio, una mujer muere violentamente por ser mujer, lo trascendental es saber que hay condiciones que permiten que haya asesinos que maten a las mujeres, condiciones asociadas a la permanencia de un fenómeno político cultural, una construcción ideológico afectiva que legitima la exclusión, la discriminación y la opresión de las mujeres.
¿No son feminicidios estatales las muertes por causas asociadas a la maternidad? Nuestro país mantiene la tasa de la mortalidad materna en uno de los índices más altos de la región en los últimos diez años y además, obliga a las que tienen un embarazo de riesgo a inmolarse so pena de cárcel.
Este noviembre, cincuentenario del asesinato de las Mirabal y por eso, mes de la no violencia contra las mujeres, el Estado dominicano debe recuperar la dignidad de sus mujeres incorporando el crimen del feminicidio a las leyes penales.
Santo Domingo, R.D., martes, 16 de noviembre de 2010
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