domingo, 28 de noviembre de 2010

Yo estoy bien con todos

De salud y otras cosas //
César Mella

Máximo Beras Goico me decía que hay seres humanos que no se juntan con todo el mundo.

Yaqui Núñez del Risco acuña una frase para referirse a los resentidos sociales tildándoles de  “derrotados del éxito ajeno”.

Lo cierto es que existe la enemistad, y su producción y mantenimiento entre dos seres humanos tiene diferentes orígenes y modalidades.

Mucha gente se divorcia después de muchos años y, uno o los dos, se enemistan de forma gratuita de los amigos comunes.

Enemistarse no es solo alejarse, dejar de hablarse, sino que muchas veces se anidan el odio y el desprecio.

En el  mundo de la política, el arte y el deporte, se producen con frecuencia conflictos de intereses que llevan a la rivalidad y a veces hasta a la violencia verbal y física. Sujetos que en un tiempo fueron aliados incondicionales, ahora son enemigos acérrimos.

“Perencejo y yo éramos como hermanos, pero desde que esa mujercita se metió por en medio hubimos de distanciarnos”.

En el campo de los negocios el pleito por el mercado, por el cliente o “por el punto”, genera serias enemistades y pugnas.

En los vecindarios, las pendejadas en que incurren nuestros hijos con los hijos de los vecinos, provocan enemistades que abarcan a familias enteras. “Me voy a mudar para evitar una desgracia”, dijo don Pepe después que su hijo ofendió al vecino.

El celo profesional entre gente que se destaca y los que no, pero también esa guerra sucia entre la  mediocridad  que vive “tirando chinitas” a los exitosos, se siente en la espalda como puñaladas.

La brincadera de un partido a otro (transfuguismo), propio de nuestra “politocracia”, crea heridas interpersonales imborrables, que a veces abarraca a grupos completos de gente fanatizada.

Decía un caro amigo que si uno aumenta mucho los estándares de calidad exigidos para “hacer y mantener amigos” te puedes ir quedando solo, pues el que no cojea de un lado, a veces lo hace del otro. En este predicamento otro de mis contertulios ha llegado a afirmar: “Yo tengo conocidos, pero mis amigos se pueden contar con los dedos de una mano y sobran dedos”.

Llegado a cierta edad, los llamados amigos de infancia van desapareciendo con la muerte o por emigración.

Después de los 50 años es difícil cultivar buenos amigos. Aparecen los “enllaves” de ocasión, aliados por intereses y beneficios transitorios y en ese trasiego de relaciones, te vas quedando con un grupo reducido de gentes, pues la socialización sincera e íntima va de mal en peor. Los ingratos  abundan.

Yo creo en la enemistad bien llevada por razones de principio; creo y ni siquiera la psiquiatría ni las religiones han podido resolverlo, que hay gente que no sirve, quiero decir que, en nuestra íntima evaluación, lo mejor es tenerla bien lejos.

Santo Domingo, R.D., domingo, 28 de noviembre de 2010


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