miércoles, 8 de diciembre de 2010

Buenas y malas nuevas


Lilliam Oviedo 

Detenido en Londres a solicitud de las autoridades suecas y de organismos de la Unión Europea por presuntos delitos sexuales, Julian Assange, director del sitio de Internet Wilileaks, es presentado como un individuo con precario equilibrio emocional y enorme afán de protagonismo.

Es el tema que las agencias  tienen sobre el tapete, no la investigación sobre las circunstancias en que George  Bush, Dick Cheney y Condoleezza Rice mintieron al decir que había armas de destrucción masiva en Irak, y sobre los intereses que han quitado la condición de delito a la mentira, a la masacre y a las más descaradas formas de agresión imperialista.

Julian Assange. 

Presunto agresor, y condenado en el pasado en su natal Australia por delitos informáticos, ¿quién escogió a Assange como depositario de documentos secretos de la diplomacia estadounidense y de pruebas sobre abusos en Irak y en Afganistán? ¿Ha alcanzado, acaso, niveles insospechados la vulnerabilidad de los organismos yanquis de inteligencia?

Robert Gates, secretario de Defensa, fue el primer funcionario yanqui en comentar la detención de Assange. Dijo que es “buena noticia”. ¿Podría sostener Gates que el poder estadounidense  esperó en cómoda posición esa “buena noticia”?

Si se asume la idea del enemigo necesario, Assange sería el complemento de Osama Bin Laden, el “enemigo” que siempre resulta ileso y sigue vivo después de bombardeos que no dejaron piedra sobre piedra en el territorio de Afganistán.

Robert Gates, ministro de 
Defensa de los Estados Unidos. 

El poder hegemónico fundamentó en los ataques del 11 de septiembre de 2001 los cambios en su política exterior y presentó como indispensable la colocación de su ejército y de sus estrategas al frente de la guerra contra el terrorismo. Ahora se propone presentar como necesaria y  urgente la conversión de la red de Internet en territorio bajo su absoluto control. ¿Democracia global reformulada?

Es deber de conciencia reclamar que Assange,  denunciado por acoso y de violación sexual, responda por esas acusaciones. El acoso y la violación son delitos, pero no la difusión de los secretos de una diplomacia que administra fondos millonarios para la conspiración en  Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador y  no siempre oculta que, más que alianza, busca sumisión.

Hasta dónde está metida la mano de la ultraderecha en el caso Assange, y cómo influye el compromiso de  Obama con la impunidad de los  halcones y con la continuidad del proyecto que ellos impulsan, se verá en documentos que, obviamente, no están en los escritorios de Wikileaks, y a través del registro de ciertos hechos.

 Como diría Mario Benedetti, la consigna es joderles el proyecto. Es preciso presionar para que el poder hegemónico sea obligado a responder por sus   tropelías...Que sería la mala noticia para Bush, para Obama, y, claro, para Robert Gates. 

Santo Domingo, R.D., miercoles, 08 de diciembre de 2010.


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