sábado, 18 de diciembre de 2010

Concepción virginal de Jesús

FIGURAS DE ESTE MUNDO//
Pablo Clase hijo

“La virgen concebirá, y dará a luz un hijo”. Esta fue la señal que Dios dio del nacimiento virginal de Jesús, según el profeta Isaías. San Lucas relata que había una joven virgen llamada María. El ángel del Señor se le apareció y le dijo: “María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús”.   Siguió explicándole que se formaría un niño en su vientre que sería el Mesías. Él reinará sobre Israel para siempre y su Reino no tendrá fin. Entonces María preguntó al ángel: “¿Cómo será esto?, pues no conozco varón”. El ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que va a nacer será llamado Hijo de Dios”.

Sin duda Cristo debía nacer milagrosamente. Su naturaleza humana debía producirse de esa manera, a fin de que fuera adecuada para Aquel que es uno con la naturaleza divina. De modo que el Hijo de Dios se hizo carne sin intervención del ciclo reproductivo normal del hombre. No era hijo de José ni de algún soldado romano. No era hijo de ningún padre humano. Fue concebido por el Espíritu Santo, y fue llamado Jesús, el Salvador.

Una consideración: si nos diéramos cuenta de que estamos perdidos y pereciendo, la palabra Salvador tendría un significado esencial. Si estuviéramos convencidos de la inmensa culpa que hay en nosotros, y la ira que pende sobre nosotros, invitaríamos a Jesús, el Salvador, a entrar y morar en nuestros corazones.

En su nacimiento virginal, Jesucristo recibió la naturaleza divina, por la concepción del Espíritu Santo. No obstante, el Señor recibió la naturaleza humana de su madre, María, siendo incluido en el árbol genealógico de María, como descendiente de David y Abraham, esto lo hizo Hijo del Hombre. Por consiguiente, Jesucristo era único, concebido por el Espíritu Santo, en una mujer escogida entre todas las mujeres. Aquí debemos, como María, guiar nuestros deseos por la palabra de Dios. “He aquí la sierva del Señor, hágase

Santo Domingo, R.D., sábado, 18 de diciembre de 2010.


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