domingo, 5 de diciembre de 2010

Eras de Trujillo y de Leonel

Eduardo Álvarez 

La Era de Trujillo llenaba todas las formalidades de una democracia. Los tres poderes del Estado fueron representados, de pies a cabeza, como en las mejores farsas de Broadway, dignas de grandes obras de Shakespeare o de Brecht. 

Rafael Leónidas Trujillo Molina ni siquiera tuvo que ser siempre el “primer mandatario” durante su prolongada dictadura de 31 años. Fue ley, batuta y constitución del 1930 hasta el 1961, a pesar de ocupar la Presidencia de la Republica, nominalmente, sólo durante 18 años, cuatro menos que Balaguer y seis más que Leonel Fernández. 

Rafael L. Trujillo. 

Operaban, con normalidad y aparentes ribetes de legalidad todos los tribunales judiciales, los dos hemiciclos del Congreso de la República, la Junta Centra Electoral, la Cámara de Cuentas y los ayuntamientos municipales. 

Gracias a Trujillo, sus ejecutivos y componentes eran elegidos “libremente” cada dos o cuatro años, indistintamente, obedeciendo un mandato constitucional. 

Todos, absolutamente todos, acataban al pie de la letra la sagrada y suprema voluntad de este omnímodo faraón tropical. Incluso, los cuatro “presidentes” emergentes, postulados y votados a su amparo. 

Sin distinción ni la menor sospecha, juraban la más absoluta lealtad, no a la Nación, sino a Trujillo. La reciente Carta de los 26 senadores endosando todo su poder y carácter al presidente Leonel Fernández es una triste réplica de aquéllas odiosas manifestaciones. “Lo que usted ordene y mande, mi Señor”. 

Leonel A. Fernández. 

Y, como si este deshonroso rescate no fuera suficiente, el mismo Senado vuelve sobre sus pasos “eligiendo” una Cámara de Cuentas atendiendo un mandato de Leonel Fernández. Había hecho lo mismo para seleccionar los nuevos miembros de la Junta Central Electoral. Señales inequívocas de lo que ocurrirá al momento de seleccionar el Tribunal Constitucional, el Tribunal Electoral y revisar la composición del Consejo de la Magistratura. 

Cotejando el perfil y comportamiento de los protagonistas de una y otra era política, debemos que concluir necesariamente que hay pocas diferencias entre ambas, si es que las hay. Cuadro revelador de una gran debilidad institucional y un mayor atraso político. 

Ya se ha dicho, si come y berrea como chivo, tiene pelo y cuernos de caprino y brinca como tal, no es otra cosa más que un chivo. Explicarse y justificar ambas etapas, como fenómenos especiales con tonalidades y matices, es una tarea ociosa e inútil de diletantes y/u oportunistas. Lo obvio nos da en la cara, como esta vez.

Santo Domingo, R.D., 05 de diciembre de 2010

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