viernes, 3 de diciembre de 2010

Tobermory


Yasir Mateo Candelier

El título de este escrito es el nombre de un gato, protagonista de un cuento del genial escritor inglés Héctor Hugh Munro, alias Saki.
        
Un amigo de la familia donde vivía el felino tuvo la idea de enseñar a hablar a Tobermory, logrando su cometido luego de 17 años de esfuerzo. Sin embargo, el gato no sabía mentir, y en una reunión de amigos le sacó los trapos sucios a todos los asistentes, fruto de su imperceptible y frecuente merodeo por el salón de la casa, donde los amigos se sentaban a conversar en privado. De una señora dijo que el tipo que estaba al lado de ella había dicho de su persona que era una estúpida y que había acudido a la reunión sólo porque había comida suficiente. De un señor que allí estaba, el gato dijo que había escuchado que acudía a casa de su dueño porque no tenía otra cosa mejor que hacer. De otra invitada dijo que no le parecía lo suficientemente inteligente. En fin, que la sinceridad terrorífica que mostraba el gato Tobermory preocupó mucho a todos los amigos y amigas presentes en aquella reunión, los cuales comenzaron a planear la muerte del animal inmediatamente después Tobermory abandonó la casa por una ventana abierta para perseguir a otro gato que pasaba por allí.

Hector Hugh Munro (Saki), 18 December 1870 – 13 November 1916).

Los presentes acordaron que el asesinato del gato debía consumarse con premura ayudados por un veneno llamado estricnina. Fue unánime el parecer de que la amistad y las relaciones entre ellos no podía prosperar con un elemento tan desestabilizador como era aquél animal; Tobermory, un gato que hablaba, y que por ser gato no sabía nada de normas sociales ni cortesía humanas. Porque las relaciones entre personas o grupos humanos, ya se trate de vecinos, amigos, parientes, pueblos, Estados o naciones se basa en el maquillaje de la verdad; en la versión controlada de esta a través del eufemismo; en ocultar la fea realidad o simplemente en esconderla. Debido a que la verdad es dura, despiadada, estremecedora, salvaje. Por lo tanto, los humanos hemos tenido que inventar maniobras para que la verdad no aparezca tal y como es. Si no fuera así, el mundo estuviera en guerra permanente. Todos contra todos.
        
Es sobre la mentira, o por lo menos por el encubrimiento de esta que se construye la vida en sociedad y, por esos mismos artificios, se sostiene.
        
Ha surgido un gran Tobermory entre nosotros, un inmenso gato que revela intimidades de Estados vecinos, obteniendo con ello dimensión mundial. Su nombre es Julian Assange, editor en jefe y actual director de un sitio web de filtraciones de documentos sensibles llamado Wikileaks. A ese ya le tienen la estricnina preparada.

Por otra parte, mi suegra ya me hubiera suministrado estricnina o cualquier otro veneno de forma generosa en una sopa, si yo dijera lo que pienso de ella.
        
Mi novia a cada momento me pregunta si ha engordado. A mí ella me gusta como es, pero no tengo derecho a hacerla sentir mal. Por eso me he hecho una lista de frases para lograr ese objetivo, entre ellas, una que me enseñó un amigo: “Depende de con quién te compares”. Eso no falla. Es seguro que también ella tiene salidas corteses para conmigo. Es evidente que ambos nos tenemos el suficiente respeto para mentirnos amablemente y así poder convivir apaciblemente, sin violencia de ningún tipo.

Hay dos tipos de verdades: La verdad propia o subjetiva y la verdad objetiva o incontrovertible. Si pienso, por ejemplo, que fulano es tacaño, esta es una verdad subjetiva, mi verdad, siempre y cuando mi percepción, ese pensamiento íntimo, no sea confirmado por la experiencia subjetiva de un número suficiente de personas  que corroboren mi idea. Pero, ¿cuántos individuos se necesitan para confirmar que fulano es tacaño? Esa sería otra realidad subjetiva, ya que no todos tendríamos el mismo número de personas en la cabeza para confirmar como objetivo el hecho  de que fulano es tacaño.

Otro tipo de realidad es la objetiva, quiere decir, hechos comprobables, realidades que se pueden medir, cuantificar o comprobar a través de los sentidos, y en casos un poco más complicados, a través de la ciencia. Si llueve, ese es un hecho objetivo, incontrovertible. Todos vemos el cielo encapotado, cae agua, nos mojamos. Por eso en Moca dicen: Va a llovei no moja, lo que significa que hasta que el hecho no se compruebe de manera incontrovertible, la idea de que va a llover es una percepción personal, subjetiva, que no merece mayor importancia, ya que el hecho no ha sido verificado objetivamente.
        
En una ocasión, aquí en Madrid, conocí a un muchacho norteamericano que estaba muy contento por haber conseguido alquilar un apartamento a un precio asequible para él, un verdadero logro hace dos o tres años, cuando no había crisis. Delante de otro amigo norteamericano, el chico que había alquilado el apartamento mencionó el barrio donde se había mudado y lo bien comunicado que estaba. Una vez se hubo marchado el alegre inquilino, mi amigo norteamericano me preguntó qué me parecía el barrio madrileño donde se había mudado su amigo: Muy malo, fue mi respuesta. Entonces, ¿por qué no le dijiste que ese barrio al que se ha mudado perencejo no te parece bien? Y yo le respondí que esa era una idea subjetiva de mi parte, que no consideraba pertinente ni lógico que estropease la celebración de su amigo, y que es de mal gusto opinar de un tema privado cuando a uno no le preguntan.

En lo personal, nunca se debe utilizar la horrible verdad subjetiva si antes no se es provocado con la apreciación subjetiva sincera y despiadada del otro, o por algún hecho de grave iniquidad.

Me tengo que ir ahora. Ya se acerca mi jefe.

-Yasir, ¿qué tal?

-Bien, jefe, muy bien. Diablo, ¡qué bonita le queda esa corbata!
          
Madrid, España, 03 de diciembre de 2010
 


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