Luís Pérez Casanova
Tras el devastador terremoto del 12 de enero de 2010, el presidente René Preval ha perdido todas las que tenía con Estados Unidos. Que eran muchas. Jamás se había visto, a pesar de todas las vagabunderías de que ha sido cómplice, que la Organización de Estados Americanos (OEA) interviniera directamente en la revisión de votos de un proceso electoral e inclusive que demandara la exclusión, por fraude, de un candidato. So pena de exponerse a sanciones internacionales al Gobierno no le quedó más que aceptar el ultimátum de la OEA. Prèval tenía los bonos tan altos con el Tío que desde que Barack Obama se instaló en la Casa Blanca no tardó en contactarlo, incluso invitándolo a importantes encuentros en Washington, para transmitirle su firme compromiso de cooperar con el desarrollo de la empobrecida nación.
Tan solemne era el compromiso que no por casualidad el ex presidente Bill Clinton se convirtió en el interlocutor y asumió la misión de captar inversionistas para proyectos de desarrollo. Pero tras el devastador terremoto comenzaron los problemas, a tal punto que el mandatario fue prácticamente aislado del proceso para la reconstrucción de Haití. Esa desconfianza cobró forma cuando los compromisos financieros, ante la sorpresa de la opinión pública internacional, comenzaron a demorarse.
Hoy se sabe que por recelo la comunidad internacional no ha querido que las autoridades haitianas toquen un centavo de los aportes destinados para la reconstrucción de Haití. Pero lo que realmente ha puesto la tapa al pomo, evidenciando la determinación de sacar de Prèval del poder lo más prontamente posible, ha sido el precipitado proceso electoral, para el que no existían condiciones ni siquiera mínimas. El ensombrecido cuadro, en medio del cual ocurrió el retorno de Baby Doc, es el que indica que los bonos de Préval están por el suelo. Lo que específicamente no se sabe es el porqué. Aunque se intuye.
Santo Domingo, R.D., lunes, 31 de enero de 2011.
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