sábado, 29 de enero de 2011

Intimidaciones e insinuaciones, no me aflojan las rodillas


ESTO PIENSO, ESTO CREO//
Rafael R. Ramírez Ferreira

Porque… “Habla con el jefe; los subalternos no pueden decidir”.

Por esta semana voy hacer una excepción, para exponer en la presente columna, algo muy personal. Indignación, en su más alta categoría, en los momentos que escribo, es la que me tiene poseído. Indignante acción, provocadora, intimidante, indisculpable, peligrosa, cobarde, que claramente proviene de los sectores más oscuros, corruptos, podridos, engreídos y perversos de determinados y bien definidos estamentos del Estado.

 Pero, ¡al carajo! porque es evidente, aunque no lo quieran ver, indiscutiblemente cierto y real, aunque no lo quieran admitir, que no muestro ni he mostrado falta de valor ante situaciones peligrosas o que conlleven riesgo, es decir, que no soy cobarde, aunque muchas veces me han cogido de pendejo.

 Porque mi carácter ha sido forjado desde pequeño en base a principios sólidos de moralidad, honradez, sacrificios y la sobreposición de sucesivas experiencias trabajando siempre en contra de sabandijas, traidores, perversos y corruptos hasta la médula, los cuales me han dado suficiente coraje, tanto físico como moral, para reírme cuando estos desechos humanos intentan intimidarme.

 Viven tan ensimismados en su trono pasajero, que ignoran su propio crepúsculo y su envilecedora vida no les permite valorar en toda su magnitud lo que es capaz de hacer una simple gallina por sus polluelos. Contra mí no hay problema, que la justicia se encargue, si es que le da la gana, porque de todas maneras en cuanto a mí, ni por enterado me daré.

 Pero, mucho cuidado con mi entorno, vuelvo a reiterarle a todos aquellos que se están jugando con candela, lo que expresa un viejo y sabio refrán que no recuerdo su autor, en estos momentos de rabia y soberbia contenida “hay que temerle a la ira de un hombre paciente”.

 El engreimiento los ha movido por caminos peligrosos, llevándose de encuentro a quienes consideran un obstáculo o queriendo arrastrar al desfiladero a todo aquel que no comparta, o critique su maldito accionar corrupto e ineficiente, lo que ha conllevado que el abuso, la envidia y la codicia se conviertan en la pústula moral que corra por sus venas.

 Viven rodeados de subalternos, tarados con iniciativa, que se abrogan interpretar la intención del jefe y de ahí, las tantas bellaquerías, abusos, muertes y desconsideraciones sin sentido. Por eso, es que estamos jodidos como país, la intolerancia campea por sus fueros.

 Comenzaron a creerse dueños y amos de este país por medio de pequeñas indelicadezas que se fueron concatenando como cadena de acero y de igual manera se fueron agregando miles y variadas flaquezas humanas que ya hoy, aunque quieran, no logran controlarlas.

 “Una atmósfera tibia entorpece al que cede por primera vez a la tentación de lo injusto”. Por eso, hoy, esta columna es de rabia e impotencia. He aguantado hasta ahora todo tipo de amenazas, intimidaciones, insinuaciones cobardes y agresiones pendejas pero, hasta hoy, después de hoy no se cual será mi reacción ante la próxima provocación. A los “marcapasos” sepan que no tengo un corazón artificial, y que guardo un as de corazones, formado a base de coraje y moral, para lanzarlo en contra los que intenten tocarme, aunque sea la sombra. 

 Conmigo, lo que quieran, con los míos, ¡ni mirarlos! El último mensaje lo recibí claro y preciso. Los felicito por demás, por lo limpio del trabajo, demuestran ustedes el por qué dominan el bajo mundo y no desde ahora, sino desde que hace unos años comenzaron a proteger y a utilizar los sicarios. ¡Ven que yo también lo sé! ¡Sí señor!

Santo Domingo, R.D., sábado, 29 de enero de 2011.


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