Mateo Morrison
El estudio de la sociedad desde el punto de vista científico, no comenzó con la invención de la Sociología como disciplina universitaria con todos los ribetes académicos que hoy exhibe.
En Europa y América surgieron los centros de investigación que trataran lo social desde una disciplina que no era la política, la economía o la literatura. Se trataba de un estudio lo más cercano a lo objetivo con la convicción de que el laboratorio eran los seres humanos y su interrelación.
Para muchos, Augusto Comte fue el padre de esa disciplina, para otros Marx y Engels iniciaron esta ciencia que investiga las sociedades y permite no sólo estudiar el mundo sino transformarlo, de acuerdo a las concepciones ideológicas de esta doctrina.
Con la creación del Instituto de Investigación Social, conocido posteriormente en el mundo como Escuela de Frankfort, se logró un alto nivel de reflexión pocas veces alcanzado. Max Horkheimer, Theodor W. Adorno y Herbert Marcuse revolucionaron el pensamiento de la época.
En la Universidad Católica Madre y Maestra se creó la carrera de Trabajador Social que era una versión técnica de los estudios sociales. En la UASD, la Escuela de Sociología y el Centro de Estudios de la Realidad Social Dominicana se inscribieron en la tradición marxista latinoamericana.
Como parte de mi enriquecedora experiencia en la UASD como trabajador de la cultura, conocí a Dagoberto Tejeda quien en bicicleta iba a su oficina de Director del Departamento de Sociología y vestía con atuendos que ofendían el buen gusto de nuestra clase dominante.
Fue a una exposición que hizo el Movimiento Cultural Universitario sobre pintura e identidad en plena calle 30 de marzo y nos dijo que lo mejor que pudo pasar fue la intervención de la policía porque de identidad ahí no había nada. Cambió radicalmente el papel del sociólogo y asumió las expresiones culturales populares como lo más importante de nosotros, echando a la hoguera decenas de cuartillas que habían negado la conformación de nuestro ser nacional, ignorando los rostros que se veían en todas nuestras comunidades citadinas y rurales.
Nuestros carnavales han recibido su constante apoyo y todos le debemos su magisterio en esta vertiente de nuestra creatividad popular.
Como ya expresé mi gratitud en un poema, quiero en esta columna reiterarla y compartirla con ustedes, hoy que: “Los muertos y los vivos llenan de máscaras la tarde”.
Y como un acto de justicia se le dedica esta grandiosa fiesta popular como síntesis de nuestros carnavales donde muchos rostros identitarios exhiben una diversidad que es autentica riqueza cultural.
Santo Domingo, R.D., domingo, 06 de marzo de 2011.
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