Teófilo Quico Tabar
Se me hace difícil producir un artículo sin referirme a la Convención del PRD celebrada el domingo pasado, que sin lugar a dudas constituyó una verdadera manifestación de júbilo democrático, de civismo y sobre todo de hastío ante la situación que vivimos.
La búsqueda de equilibrio y soluciones a posibles conflictos, probablemente fueron de los aspectos que se tomaron en cuenta para integrarme a la Comisión Nacional Organizadora con la anuencia de los Ingenieros H. Mejía y Miguel Vargas, lo que me obliga a adoptar posiciones que vayan en esa vía, apegado a la verdad.
Puedo afirmar que no se escatimaron esfuerzos para que la Convención se produjera el día señalado por los organismos superiores. Se buscaron alternativas viables a todos los aspectos planteados por las partes.
Cuando se hicieron alegatos acerca del padrón que serviría de base para el evento, se planteó posponer la Convención por lo menos una semana, lo que no fue aceptado por una de las partes, pero surgió como solución, que si alguien de evidente militancia de otros partidos concurriere a votar, y dos miembros de la mesa lo advirtieren, se observaría ese Voto, aceptándolo ambas las partes.
Cabe recordar que la firma del Acuerdo de Compañeros estuvo condicionada precisamente a la búsqueda de entendimientos sobre el padrón, pero al aceptarse la formula del Voto Observado, ambos aspirantes concurrieron a su firma ante la presencia de la Comisión Nacional Organizadora y frente a todos los medios de comunicación del país.
Cualquier asesor o estratega puede esgrimir alegatos, especialmente cuando se trata de organizaciones democráticas y sobre todo cuando está en juego el poder, pero no tienen derecho a desvirtuar la realidad de lo ocurrido, ni mucho menos empujar a sus líderes a adoptar posiciones con argumentos que no tienen la fuerza suficiente para ser sustentados con lógica, pues además de crear confusión dañina a la organización, sin darse cuenta también afectan la imagen que con tanto esfuerzo han adquirido sus líderes.
Lo ocurrido el domingo producto de un esfuerzo extraordinario por parte de todos quienes laboraron en el montaje y dirección del proceso convencional, pero especialmente de alrededor de un millón de ciudadanos que acudieron civilizada y democráticamente a los centros de votación, merece un final de la misma proporción democrática y civilizada que dieron los militantes y simpatizantes del PRD.
El momento es para la unidad y la concertación, no para que algunos expertos busquen justificar frente a sus líderes los errores e ineficiencias cometidos. La participación masiva de votantes, antes que un delito representa un éxito para el PRD y los candidatos que se esforzaron en captar nuevos militantes. O no votaron los contrarios al PRD o los delegados de los candidatos no hicieron su trabajo.
Los resultados aunque no siempre favorezcan, deben ser asimilados con verdadero apego a los principios democráticos y contribuir a la creación de un ambiente de unidad e integración.
Santo Domingo, R.D., jueves, 10 de marzo de 2011.
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