Narciso Isa Conde
La semana pasada fueron develadas unidades parapoliciales en los municipios de Santo Domingo Este (SDE), Guerra, San Pedro y más allá. El “líder” de ese engendro, “coronel” Fernando A. Ventura, confiesa haber pertenecido a los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas.
Los enlaces con la Policía Nacional son el coronel Ludwing Suardí, director de la Policía en Santo Domingo Este, y el capitán Arnaud, condecorado por sus “méritos” en cursos dirigidos por oficiales colombianos.
El fiscal adjunto Máximo Suárez, participó en una asamblea de paramilitares, asumiendo la defensa de ese cuerpo ilegal y del “coronel” Ventura.
El alcalde Juan de los Santos -según Suárez- autorizó el despliegue de los “para” en el carnaval. Todo esto está documentado: fotos, vídeos, entrevistas y confesiones publicadas en el diario digital “Ciudad Oriental” y en “Noticas SIN”.
A eso, nuestro Movimiento Caamañista (MC) le agregó informaciones y fotografías que muestran la participación de colombianos en entrenamientos y planes policiales durante la anterior y la presente jefatura bajo la influencia del embajador Mario Montoya y su equipo.
Igual dimos a conocer datos -las cuales confirman denuncias anteriores- recogidas por el diario “El Espectador” de Colombia, que inculpan al general Montoya en operaciones conjuntas con paramilitares, conexiones con el narcopoder y corrupción policial militar.
General Mario Montoya.
Al presidente Fernández le hicimos llegar el pasado 3 de marzo un dossier contentivo de esa documentación y pruebas gráficas del cuerpo parapolicial y de sus vínculos con la Policía y la asesoría colombiana.
Ni el Presidente, ni el jefe de la policía, ni el ministro de interior, ni el procurador general, ni el fiscal de Santo Domingo Este, ni el alcalde de ese municipio han dicho “ji”.
Y ninguno de ellos ignora lo que sucede en Colombia y lo que sucedió en Centroamérica, en Suramérica y aquí (AUC, Escuadrones, bandas…” incontrolables”). Históricamente, esos cuerpos ilegales han sido usados para “descargar” a estados y gobiernos de los “trabajos” represivos más repugnantes.
Muy grave es el silencio exhibido por las élites estatales y sociales, por importantes medios de comunicación y por la partidocracia de todos los colores. Porque, en casos así, el silencio es casi siempre señal de complicidad.
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