martes, 15 de marzo de 2011

Segunda derrota


Pedro P. Yermenos Forastieri

Las adversidades que se presentan en la vida constituyen, para personas inteligentes, oportunidades de asimilar lecciones, de colocarse por encima de la aflicción y afrontar el futuro con menores riesgos de reincidir en idénticos yerros.

 Eso supone varias cosas, una actitud de humildad que conduzca a la admisión de las responsabilidades que debemos asumir en la generación de los resultados, disposición a superar conductas equivocadas en las cuales se incurrió en el pasado y, en adición, desechar una posición de victimización intentando encontrar culpabilidades fantasmas, como mecanismo de auto engaño o de evasión de las consecuencias terribles de la falta o la indignidad. No resulta fácil eludir los demonios de una conciencia que incrimina.

Miguel Vargas, después de la pasada convención, está transitando un camino contrario al adecuado que, de continuarlo, lo va a conducir a la obtención de una segunda derrota de mayor contundencia y permanencia que la recibida en esos comicios.

El Presidente del PRD es la única persona que no está enterada de que su derrota fue consecuencia natural de un cúmulo de errores cometidos desde que se obstinó con la obtención de una presidencia partidaria que lejos de contribuir con su proyecto principal, disminuía sus posibilidades de alcanzar la presidencia mayor, la del país. Luego impone un antidemocrático sistema de elección de candidaturas congresuales y municipales, a partir del cual, su dedo sólo señalaba sus incondicionales. Como si todo fuera poco, se dejó arrastrar, sin aval partidario, a suscribir un pacto que a él no aportaba nada, pero generoso en extremo con dos potenciales adversarios que antes de esa firma no tenían posibilidades constitucionales para ser candidatos. Más rápido de lo imaginable, uno de ellos evitó su anhelada candidatura presidencial.

Hoy, con su actitud posterior a la elección, se explican las torpezas políticas que condujeron a tantos equívocos. Gústenos o no, la convención del PRD fue un éxito. Efectuada en la fecha prevista, masiva, organizada, sin mayores incidentes y avalada por una comisión inobjetable.

¿A quién se le puede ocurrir que un evento con esas características no va a insuflar la alicaída moral de los perredeístas y no los va a ilusionar con la posibilidad objetiva de volver al poder?

Ante esas circunstancias, quien asuma el papel de disminuir con su conducta esa ventaja competitiva, va a quedarse solo, aislado y señalado como traidor a la causa del colectivo al que proclama defender. ¿Habrá mayor tontería?

Santo Domingo, R.D., martes, 15 de marzo de 2011.

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