lunes, 25 de abril de 2011

Desde que amanece

 
Yasir Mateo Candelier

En Santo Domingo me levanto temprano. Con lo primero que me encuentro muchas veces es con que no hay luz. El recibo de la empresa eléctrica llega con inmaculada regularidad, en cambio la electricidad, no siempre. Alguien me está robando. 

Enciendo la televisión. Unos periodistas tratan de convencerme de que este es el mejor gobierno del mundo, otros, de que nos está llevando el diablo. Me quieren manipular. Me quieren engañar. 

Salgo a la calle y se me acerca un limpiabotas. Le pregunto cuánto cuesta su trabajo y me pide un precio exorbitante. El limpiabotas me quiere robar. 

Me subo al carro y no más salir veo que hay un hoyo inmenso en la calle y que el semáforo de la primera intersección que encuentro está dañado. Alguien se está robando los cuartos de la ciudad. Otro(s) se está robando las tapas del alcantarillado. 

Me sumerjo en un congestionamiento de tránsito espectacular. Cerraron la avenida 27 de febrero en hora punta para inaugurar un tramo, un túnel o un elevado. Alguien me está robando el tiempo. 

Llego a casa exhausto. Cierro las puertas, pongo siete candados, no vaya a ser que alguien me quiera asaltar. 

Salgo a la calle de nuevo. Cita con el dentista. “Lo tuyo está difícil, hay que hacerte una excavación de qué sé yo qué y un puente de yo no sé cuántos.” Busco una segunda opinión en el consultorio de un dentista amigo mío y descubro que el primer dentista que consulté se quería quedar con la mayor cantidad de papeletas posible que aún no me han arrebatado. 

Antes de volver a casa, paso por un supermercado. “No hay menudo, te debo 3 pesos.” El cajero se cogió mis cuartos. 

Por el camino, un policía me detiene y pregunta por el botiquín de primeros auxilios. Yo le digo que no tengo esa vaina. 300 pesos para la cerveza, problema resuelto. El policía se embolsicó esos cuartos. 

Antes de llegar a casa, paso por una estación de servicio a echar gasolina. El precio es sorprendentemente alto. Son impuestos abusivos. Alguien se está robando esos cuartos. 

Llego a mi casa. Siete candados. En mi habitación no aparece el reloj que había dejado encima del tocador de mi habitación. Al parecer, y digo que al parecer porque no la vi, la señora que trabaja en casa se apropió del relojito que no era suyo. 

Hoy toca fruta de cena. Abro la nevera y saco una bolsa con las frutas que había comprado y descubro que el frutero introdujo un par de naranjas podridas. Me engañó el frutero. Me robó los cuartos. 

¡Diaaaaablo!, y así son mis relaciones con la empresa telefónica, el cartero, los que recogen la basura, el ayuntamiento, el gobierno, los tígueres del colmado, los ladronazos de los bancos y sus truculentas tarjetas de crédito... así es mi relación con el que vende CDs falsificados, con el mecánico, el panadero, el charcutero, con el acueducto dominicano, los de pasaportes, el carnicero, la señora que vende arepas... una partía de simpáticos y muchas veces no tan simpáticos asaltantes, estafadores y maleantes. Una nación entera, cuya población es de 208 ladrones por kilómetro cuadrado. Ese es el sistema. Desde que amanece, me están robando. 

Pero como la Biblia advierte al que esté libre de pecado, que tire la primera piedra, en Santo Domingo yo me dedico a la noble profesión de abogado, y voy a aportar mi granito de arena para que, entre todos, sigamos dinamizando la economía del país.

Santo Domingo, R.D., lunes, 25 de abril de 2011.

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