sábado, 2 de abril de 2011

Validez de estrategias


Pedro P. Yermenos Forastieri

La pasión es enemiga mortal de los correctos análisis políticos. Eso es así, tanto como la confusión frecuente que surge al considerar que por el hecho de admitir una circunstancia, se crea que estamos emitiendo juicios de valor sobre la misma. En este país es muy frecuente incurrir en ambas minusvalías: Ser pasional al razonar y negarse a reconocer cosas para que no digan que estamos dándoles un espaldarazo. Al evaluar el perfil político de Leonel Fernández, se ponen de manifiesto esas debilidades. El presidente dominicano ha sido una gran decepción para todos los que supusimos que, al fin, habíamos encontrado el mandatario que tanto anhela y necesita este país. Ahora bien, ¿quiere eso decir que, analizadas las cosas desde lo que está muy claro que es su objetivo fundamental, permanecer en el poder, no estamos en presencia de un político con condiciones especiales y en aptitud de desarrollar su oficio con los más elevados estándares de calidad y eficiencia?. Negar eso, a lo único que conduce es a confiar en que la madre naturaleza sea la que provea su magnanimidad para que las cosas sucedan como las deseamos. Confiando en esa providencia, preparémonos para tener al presidente dominicano con una prolongadísima vigencia. 

En el programa que participo, “Matutino Alternativo”, se suscitó una discusión. Analizábamos la capacidad política del presidente y las tácticas y estrategias que, en el desarrollo de su trayectoria, aplica. 

Una parte, dentro de la cual estaba, sostenía que Leonel Fernández es un político habilidoso, que ejecuta un proyecto auxiliado de herramientas científicas y que ha sido exitoso a partir de sus objetivos personales. 

La otra parte no compartía ese criterio. Aducía que se trata de un político que reitera prácticas tradicionales desde el poder y que, de esa forma, resulta fácil obtener los peldaños que, en términos de permanencia al frente de la vida pública, ha logrado. Una apreciada oyente llamó y se quejó de que estuviéramos otorgándole validez a los mecanismos utilizados en el ejercicio de sus gestiones por el mandatario. 

Una confusión en el debate es preciso aclarar. La validez del camino que las personas transitan es proporcional a lo que desean alcanzar y a los precios que estén dispuestas a erogar. Lo que puede ser válido para alguien, puede ser, al unísono, inaceptable para otro. Una madre con su hijo grave, cuya salud depende de que ella robe, puede estar dispuesta a incurrir en el delito a cambio de salvar su descendiente. Otra, no obstante, puede preferir dejar morir el niño y no incurrir en esa acción. ¿Pueden evaluarse de idéntica forma ambas conductas? 

En el ámbito político, el dilema se presenta entre la permanencia en el poder y hacer las cosas que convienen a las mayorías. Si me correspondiera a mí, optaría por lo segundo. Eso no es lo habitual, para el político normal, lo imperativo es tomar las precauciones para obtener o preservar el control del Estado. 

A estas alturas, es innegable que el presidente dominicano se inclina por lo primero y eso, pese a haberse constituido en una tragedia para el país, ha sido su decisión y hay que comprenderlo, no compartirlo. 

Lo que afirmo es simple, desde su perspectiva de gobernante, estamos en presencia de una persona que hace las cosas de forma lógica dentro de su propósito, que es la preservación de poder político. 

No hay que temer admitirlo, al revés, tomar conciencia de eso conduce a sus adversarios a dar los pasos requeridos para enfrentar un rival de consideración que, en definitiva, procura su permanencia en el Palacio, al margen del costo que implica para la nación bajo sus designios.

Santo Domingo, R.D., sábado, 02 de abril de 2011.

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