sábado, 2 de abril de 2011

En cuatro

Yasir Mateo Candelier 

Para educación no debería destinarse el 4% del PIB, el mínimo que dicta la ley. Tampoco debería de ser el 3% y luego elevado gradualmente hasta el 4%, como dicen algunos. No. Debería de ser el 6% del PIB. 

Al gobierno no le gusta que la gente le recuerde que su deber es cumplir con esa ley y con muchas otras. Pero como la partida del presupuesto que se le debe a educación implica el futuro de nuestro país, le molesta un poco más. Ellos saben y los otros también saben que a mediano y largo plazo, el hecho de que la gente se eduque llevaría a las mayorías a darse cuenta de muchas cosas y a cuestionar otras tantas. 

El pueblo se daría cuenta, por ejemplo, de que la tarjeta solidaridad que recibe representa una ínfima parte de lo que a él se le niega, como la propia educación y la salud. 

La gente reflexionaría que no vale la pena irse a matar con otros individuos igual de pobres y con agentes de policía que ganan un sueldo de miseria por unos políticos cómplices en la intimidad y “adversarios” frente al público. Pero lo peligroso no es eso, lo que ellos temen es que todos se unan y los vayan a buscar. 

Por otra parte, la corrupción sería rechazada contundentemente, contrario a lo que ocurre ahora. 

La gente cuestionaría eso de que el gobierno anuncie medidas de austeridad y al otro día enterarse del nombramiento de docenas de funcionarios sin funciones en la administración pública. 

Las tentativas de violar la Constitución serían intolerables. 

Los candidatos a cargos electivos ganarían elecciones por sus planteamientos y no por slogans ni por funditas ni por botellas de ron ni por eso de “lo tuyo, va”. De repente, la gente se preguntaría qué hace en el malecón mirando las piruetas de unos avioncitos en el cielo y se sorprendería del tiempo perdido en adivinar “si va o no va” -a propósito, si yo fuese él no iría porque ya estoy. La lógica dice que quien va es el que quiere ir a algún lado, pero no se puede ir si ya se está ahí- y el precio de los productos de primera necesidad carísimos, el campo abandonado, hospitales sin medicinas, dos o tres leoncitos en vehículos de lujo y é pá lante que vamos. 

No se cumplirá con el presupuesto que establece la ley para la educación dominicana. Es una ley subversiva, revolucionaria. Esa ley no le conviene al que se queda ni al que va ni al que viene después ni a los que vendrán. Mientras tanto, una inmensa minoría de la población sigue insistiendo en el cuatro. 

Santo Domingo, R.D., sábado, 02 de abril de 2011. 

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