LUIS PÉREZ CASANOVA
La huelga del lunes 11 no obedeció a otro llamado como no sea el descontento de la población con la política social y económica del Gobierno. La encuesta CID-Gallup, que sitúa al presidente Leonel Fernández como el peor valorado de Centroamérica y el Caribe, sintetiza ese sentir que se expresó a través de una paralización de labores.
Todas las condiciones estaban dadas para que la convocatoria encontrara la acogida que tuvo en una población que se siente burlada por un Gobierno que parece no inmutarse ante el costo de la vida, la inseguridad, el desorden institucional y los escándalos relacionados con el narcotráfico. Un Gobierno incapaz siquiera de racionalizar los gastos en satisfacciones personales y actuar contra la corrupción, mientras justifica un paquetazo tributario para conjurar el déficit fiscal en que ha caído a causa de falta de controles administrativos.
El Gobierno se ha conformado con el crecimiento económico, como si fuera la panacea y que ensalza como el más apoteósico de América Latina. También con megaproyectos. Aunque el crecimiento no contribuya a reducir los alarmantes índices de pobreza, ni las grandes obras resuelvan los problemas para los que han sido concebidas.
El Foro Social Alternativo y las organizaciones que promovieron el paro no tienen mayores incidencia ni capacidad de convocatoria. Si no mediática, su presencia es simbólica. Y las reivindicaciones enarboladas son las mismas que se han sazonado desde siempre. Pero el pueblo, por esa inconformidad que quería expresar, acató su llamado. De la misma forma que cuando las movilizaciones a favor de que se cumpla con el 4% para Educación, con esta huelga el Gobierno se enfrenta a un sentimiento. Su error sería tratar de buscar fantasmas para culparlos de una respuesta que sintetiza el sentir incluso de mucha gente que se identifica, pero sin pasar factura, con el pensamiento del profesor Juan Bosch.
Santo Domingo, R.D., lunes, 18 de julio de 2011.
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