MI VOZ ESCRITA
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El presidente Fernández está convencido de que los amarres que ha hecho con Danilo, no han dejado un solo cabo suelto, y que, además, están precintados con los indesatables nudos de Gordia. ¡Vana ilusión! Su discurso, matizado con autosuficiencia y seguridad ante la Asamblea General de Naciones Unidas y en la entrevista que concediera a la agencia EFE de España, la confirma.
Sin embargo, tanto lo dicho en la ONU, como lo declarado al medio español, ha dejado a medio país atónito. Ese protagonismo a ultranza, llevó a Leonel, si no al ridículo en el foro internacional, al pretender pasarse de listo creyendo que los allí reunidos eran topos, al menos a evidenciarse como un tonto con buena fe, si es posible demostrar que no lo mueve una futurista utilidad.
Pero la ignorancia ha inducido a la prosternación más abyecta a los que de manera obtusa se obstinan en justificar las cuestionables bondades de Leonel. Eso me recuerda una de las comentadas ocurrencias del general Checo. En público el disque distraído militar decía: “Elito en el fondo es bueno”, y en privado agregaba: “el asunto es encontrarlo”.
La condición humanista, más que de abogado y político, no le consiente a nadie dudar de que Leonel Fernández sabe que la Ley de oferta y demanda ideada por James Denham Stewart (1767) en su “Estudio de los principios de la economía política” y enriquecida por Adam Smith (1776) con su obra “La riqueza de las naciones”; y la Ley de Say, son los pilares del capitalismo, sea manso o cimarrón.
Contrariar la Ley de oferta y demanda del sistema capitalista, siendo parte del mismo, es algo absurdo. Entonces, ¿cómo reaccionar ante la inexcusable dicotomía? Con Leonel no se sabe, si estamos frente a un “soñador”, a un pragmático o a un “anfíbolo” tenaz y consuetudinario que piensa que siempre se saldrá con la suya. ¡Ah, el narcisismo que hace cosas!...
Santo Domingo, R.D., viernes, 30 de septiembre de 2011.
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