Margarita Cordero
Las declaraciones de Nicolás López Rodríguez sobre la protesta de los dominicanos de ascendencia haitiana frente a la Suprema Corte de Justicia, realizada este viernes, me hicieron pensar en escribir un artículo catártico sobre la perversión intrínseca al reclamo de respeto incondicional a la autoridad como dogma civil. De haber escrito me hubiera detenido en su afirmación hecha sin que se agitara un solo hilo de la mitra: "Estamos en la República Dominicana, así es que si la Suprema Corte de Justicia no tiene autoridad, quién la va a tener entonces".
Sí, pensé, estamos en la República Dominicana lastrada por la reptante doblez de los súcubos del poder instituido. Estamos frente a la dolorosa indefensión moral de un país que tiene en gente como López Rodríguez voces referenciales. Pensé en escribir sobre la hipocresía de la piedad católica que se predica en los púlpitos, y sobre indisimulado y cerval odio al “otro” que la contradice y desnuda.
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Da un paso al frente: oímos
que eres un buen hombre.
No pueden comprarte, pero el relámpago
que golpea la casa tampoco
puede ser comprado.
Mantienes tu palabra.
Pero ¿qué dijiste?
Eres sincero, das tu opinión.
¿Qué opinión?
Eres valiente.
¿Contra quién?
Eres sabio.
¿Para quién?
No persigues tu beneficio personal.
¿Qué persigues entonces?
Eres un buen amigo.
¿Eres también un buen amigo de la gente buena?
Escúchanos: sabemos
que eres nuestro enemigo. Por ello
te pondremos frente al muro. Pero en consideración
a tus méritos y buenas cualidades
te pondré frente a un buen muro y te dispararemos
con una bala buena de un arma buena y te enterraremos
con una pala buena en la buena tierra.
No me lo tomo literalmente, que no es el caso. Es un poema, un muy hermoso poema. Es todo.
Santo Domingo, R.D., sabado, 10 de diciembre de 2011.
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