Marino Vinicio Castillo R.
Juez impar; su vuelo de águila levantó la tormenta; así lo presentíamos.
Baltazar, ciudadano del mundo; enjugador de lágrimas inextinguibles; buzo terco de osamentas de la historia; al acecho estaban el rencor y la envidia; que no lo perdonarían.
Garzón, qué gozo el del banquillo; al fin le han sentado la dignidad; el oprobio queda para los índices torpes que le señalaron.
Y era necesario su juicio; la murmuración creyó humillarle, más no miró el palco de la decencia de los pueblos; y es ahí donde el repudio también se hace tormenta.
Cuánto bien hace el juicio con su grandeza soñadora desnudando desvergu¨enzas; era indispensable para el aliento de la solidaridad de las mejores conciencias.
Ya no serán sus fallos diligentes, ni su intrepidez intransigente, los que darán la cátedra moral inmensa; será el atrevimiento de su sacrificio el que animará al mundo a entender que no todo está perdido.
Hay que fundar nuevos valores; y sólo los asumiremos barriendo la escombrera de la cobardía del aciago asedio saduceo.
No le podrán sacrificar; la multitud universal no lo va a entregar; entiende que a los que pretenden juzgarle corresponde el vituperio.
Juez impar, Baltazar Garzón; no queda un rincón de la tierra que no le acompañe; que no le quiten la venda para ver el piquete; que aproveche, si lo intentan, para mirar el enojo del mundo por su suerte.
Baltasar Garzón.
¿Quién juzga a quién, Juez impar? ¿El que está en el banquillo, o los de las poltronas del poder omnipresente? ¿De quién será la degradación que se siembra en el útero de la historia? ¿De los capitanes del abuso, o del adalid de una justicia universal? No podrán aplastar sus ímpetus por la libertad; su coraje al lado de los débiles y olvidados; y es que entre los hombres hay misiones, que no son de los hombres.
La humanidad y sus fatigas aguarda; las plazas de los pueblos repletas de indignación y primaveras no son convincentes de injusticia como esta prueba de presuntuoso castigo.
él es ariete único contra la impunidad; el saqueo, que no cesa, solo teme a la estirpe que pueda nacer de su trance.
Juez impar, Baltazar, gesto viviente de rebeldía; es el banquillo lo que le consagra; es su puerta a la gloria, que exige ofensa y martirio del predestinado.
No sabemos cómo agradecerle a los que imaginaron el atropello; inverosímil, quizás, pero cierto; la amargura de su desdén era necesaria; las injusticias no pueden seguir disfrazadas y encubiertas en tantas felonías de los poderes de la tierra.
Juez impar, Baltazar, sin proponérselo ha resultado un David retador del opresivo escándalo.
Por eso decimos a coro: Enhorabuena, nuevos saduceos, escribas y fariseos; ya era tiempo de perder las máscaras.
Frente a ellos, desde el banquillo, el coloso del decoro hace obvio su deshonor. Por eso es bueno repetir: ¿Quien juzga a quien? ¿Los verdugos morales de la prepotencia al idealista? ¿O el parecer del mundo, que sueña con una justicia universal que lo ha asumido como su mejor heraldo? Baltazar, Juez impar: Ten fé y espera; el triunfo es de la verdad; aunque así no ha sido siempre; se impondrá; lo creo en nombre del amor, de la amistad, de la virtud, no de la ira y el reproche.
(http://www.listin.com.do/puntos-de-vista/2012/1/21/218928/Garzon)
Santo Domingo, R.D., domingo, 22 de enero de 2012.
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