Joel Dreyfuss,
PUERTO PRINCIPE, Haiti._ Hace dos años, a las 4:53 de la tarde del 12 de enero 2010, la Tierra se encogió de hombros y añadió otro capítulo a la sucesión de tragedias que definen la historia de Haití. El terremoto de magnitud 7.0 mató a unas 300.000 personas, destruyó el 80 por ciento de la ciudad capital de Port-au-Prince y dejó a más de un millón de haitianos sin hogar. Casi todos los edificios públicos fueron destruidos, y con ellos gran parte de una generación de funcionarios públicos, médicos, enfermeras, ingenieros, profesores y estudiantes.
El mundo respondió con una generosidad que dejaron los haitianos -acostumbrados a ser tratados como parias del mundo- realmente sorprendido y agradecido. El gobierno de Obama de inmediato se comprometió $100 millones en apoyo y envió 3.000 soldados a la gestión del aeropuerto y un buque hospital para el tratamiento de los heridos más graves. Llegó ayuda de los gobiernos de Francia, Suiza, Venezuela, Cuba, Chile y Colombia, y una miríada de grupos privados. Los ex presidentes Bill Clinton y George W. Bush formaron el Clinton Bush Haiti Fund para recaudar fondos para la reconstrucción.
Incluso la República Dominicana, que comparte la isla La Española con Haití en una relación difícil y polémica, a veces, se levantó para la ocasión. El presidente Leonel Fernández prometió ayudar a reconstruir la primera república negro del mundo. En una reunión de unos 90 países y organizaciones internacionales en las Naciones Unidas en mayo de 2010, los donantes prometieron US$ 5.3 mil millones. La recuperación de Haití parecía bien encaminada.
Dos años más tarde, las perspectivas para el futuro de Haití son mucho menos claras. La atención de los medios se ha alejado de Haití. Las cámaras se han ido, al igual que la mayoría de las organizaciones no gubernamentales (ONG) que se apresuraron a proporcionar cuidados de emergencia. Los grandes entidades internacionales con historias en Haití, como la ONU y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, se mantienen, pero la mayor parte del dinero de la ayuda prometida nunca fueron entregados. El consenso, en Haití y en el extranjero, es que el progreso se ha hecho poco, y una sensación de pesimismo se ha extendido en el país y su comunidad en el extranjero millones de habitantes.
Pero más allá de la decepción por la lentitud de la reconstrucción, los estadounidenses, muchos haitianos y haitianas han comenzado a perder la fe. Hemos comenzado a preguntarse si las profundas divisiones de clase y color en Haití son un obstáculo inevitable para el progreso, y darse cuenta de que hay obstáculos que superar en esta pobre nación caribeña de mas de 10 millones de habitantes, y seguir adelante.
(http://www.theroot.com/views/haiti-s-uncertain-future?page=0,1) --(Traducción EAlmonteR).
Santo Domingo, R.D., jueves, 12 de enero de 2012.
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