Luis Pérez Casanova
No sé cuántas veces el Gobierno negó la última reforma fiscal, que a final se impuso, incluso con el aval del sector empresarial, con el pretexto de arribar a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Ahora que los vientos de reforma han vuelto a soplar, el presidente Leonel Fernández no ha vacilado en negarlo y el senador Tommy Galán, que filtró el proyecto, ha tenido que retractarse. En medio de un proceso electoral en que el Gobierno está decidido a revertir, a como dé lugar, la percepción de la población, poner sobre la mesa la discusión en torno a más impuestos, es lo mismo que afilar cuchillo para su garganta.
No sólo había que negarlo, sino también sacar el tema de debate. Pero hasta el ligero déficit fiscal de un 1.6% superior a lo estimado con que según el ministro de Economía cerró 2011 confirma que la subida de impuestos es irreversible después de las elecciones. A menos que el Gobierno se aboque a sanear el gasto público, lo cual es impensable porque sería reducir al mínimo el clientelismo y la propaganda en que ha sustentado su monopolio del poder.
La petición del sector empresarial de una reforma integral y la Estrategia Nacional de Desarrollo serían, como declaró el senador de San Cristóbal, el pretexto para una reforma con la que, en realidad, se buscaría cubrir el déficit que se arrastra y que proyecta incrementarse a causa tano de las elecciones como del alza de los precios del petróleo.
El Gobierno podrá desmentirlo todas las veces que quiera, como ha hecho en otras ocasiones e incluso hasta con más solemnidad, pero la encrucijada en que está la economía, con todos y sus números rimbombantes, no le deja otra salida.
No sé si el descuadre en 2011 fue de 60 mil millones de pesos como afirman economistas de la oposición o si la reforma que se plantea será integral. Lo que sí advierto es que los vientos tributarios no son mera imaginación, sino una realidad.
Santo Domingo, R.D., lunes, 16 de enero de 2012.
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