Las actividades delictivas son fuente de
acumulación de riqueza
ROSARIO ESPINAL
La reciente visita a Santo Domingo de
Rudolph Giuliani, ex alcalde de Nueva York, para hablar sobre su estrategia de
prevención del crimen, es ocasión para volver sobre el tapete con un tema que
se ha convertido en prioritario, temeroso y tenebroso para la sociedad
dominicana.
La receta de Giuliani para combatir la
delincuencia se basa en optimizar la efectividad del sistema policial. Esto
conlleva mejorar las condiciones laborales de los policías, entrenarlos en
actividades de investigación y control, y sanear la institución.
Aunque Giuliani propague que la reforma
policial fue lo esencial en su estrategia, vale aclarar que otros factores
también jugaron un papel importante.
Por ejemplo, la criminalidad bajó en muchas
ciudades norteamericanas concomitantemente porque la década de 1990 fue de
prosperidad económica con crecimiento y bajo desempleo. En el caso de Nueva
York, los ataques del 11 de septiembre de 2001 ayudaron también a resguardar la
ciudad en años subsiguientes.
De todas maneras, es útil considerar la
receta de Giulani aunque las medidas adoptadas en Nueva York enfrenten
dificultad en el contexto dominicano. Veamos.
Rudolph -Ruddy- Giuliani.
La explosión de la criminalidad de los
últimos años en República Dominicana es producto de la correspondencia
acumulada del alto nivel de desempleo, predominio de bajos salarios, mayor
nivel organizativo de la acción criminal, y la co-participación de distintas
instancias del Estado (no sólo la Policía) en las actividades delictivas.
El robo de vehículos, el contrabando, el
narcotráfico, el micro-tráfico, el lavado de dinero, los asesinatos y asaltos
serían difíciles de realizar sin el consentimiento de sectores de poder,
policiales y no policiales, porque son actividades delictivas complejas o
extensas en su territorialidad.
En un sistema político de gobiernos
civiles, los cuerpos armados se insertan en la delincuencia cuando son
amparados por el poder civil.
En este compacto delictivo, la complicidad
de los poderes públicos imposibilita al Estado para cumplir con su función
primordial de proteger la ciudadanía, mientras la criminalidad se convierte en
una forma de violencia estatal contra la población.
Si todas las instancias del Estado están
involucradas en las actividades delictivas, es difícil cortar la soga por algún
lado.
Para combatir la criminalidad en diversas
instancias públicas y privadas no es suficiente el despliegue de policías, o el
entrenamiento policial, o la modificación de una ley porque muchos delincuentes
son parte de las estructuras organizadas dentro y fuera del Estado, y las
actividades delictivas son fuente importante de acumulación de riqueza para
distintos sectores.
Giulani tiene razón en que sin una
depuración y capacitación de la policía no es posible avanzar en el combate a
la delincuencia por más que se proclame la “tolerancia cero”.
Luis Bautista, policia de origen dominicano, ex miembro de la New York Police, acusado colaborar con narcos.
Pero en el caso dominicano, lanzar dinero
público a la Policía sin que se produzca primero un saneamiento institucional
no es solución. Además, queda la interrogante de cuánto habrá que pagarle a los
policías de distintos rangos para reducir o eliminar su adicción al macuteo o a
los sobornos.
El problema fundamental dominicano es que
no hay voluntad política para sanear los cuerpos armados porque los civiles
también se benefician de las actividades delictivas.
Por eso la República Dominicana ha entrado
en el círculo vicioso de la actividad delincuencial: no hay poder legítimo con
interés de pararla porque muchos se benefician de ella.
Se sabe bien, hay que sanear el estamento
político, militar-policial y judicial para que las redes delictivas no
continúen ancladas en esos órganos, socavando las medidas que podrían debilitar
su emporio criminal. ¿Pero quién sanea?
Esta es la pregunta del millón para la cual la receta de Rudolph Giuliani no
tiene respuesta.
Santo Domingo, R.D., miércoles, 08 de
febrero de 2012.



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