No hay confusión en distinguir entre lo
propio y lo ajeno
BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
El Shakespeare que yo conocí en la infancia
escribía en español, era maestro de primera enseñanza y usaba su ingenio para divertir sin zaherir,
para encantar sin emplear artes de nigromante.
Era un maestro de los que le pegaban a un
niño y éste no lo decía en casa porque tendría un castigo seguro de sus padres.
Tenía un trozo de madera que usaba como
sicólogo (como dice mi hija Nieves Cristina) y siempre le dio buen resultado.
Un día me condenó a diez azotes, fue la
única vez que me aplicó el sicólogo, la cuenta no pasó de una sola vez (ante
los gritos que estremecieron la escuela).
Adaptó al teatro la historia de un mercader
que salió con una caravana a comerciar
al confín del reino. Encomendó a su mejor amigo varios odres llenos de
olivas, conservadas en vinagre de uvas.
Gabriel García Márquez.
Gabriel García Márquez cuenta que el
síndico fue al único dentista del pueblo, miembro de la oposición, cuando el
profesional terminó su trabajo preguntó: ¿dónde te mando la cuenta, a tu casa o
al ayuntamiento? A lo cual el funcionario respondió: ¡da lo mismo¡
No hay confusión en distinguir entre lo propio y lo ajeno.
Resulta difícil entender que un político actúe como el comerciante del
cuento de “Las Mil y Una Noches” que quiso desligarse del cambio de las
aceitunas o como el síndico gobiernista del cuento de García Márquez. Resulta
difícil entender que se alegue ignorancia sobre la procedencia de bienes que se
usan en una campaña, si provienen del Estado o de su peculio, cuando hay peculio.
Por eso no entiendo cómo la candidata
vicepresidencial del PLD insiste en usar recursos del Estado en su campaña
política con una abusiva “ingenuidad” ¿cómo se llamará el José Barján que
juzgue tan conveniente “confusión” en la que se cae al usar fondos públicos en
actividades privadas? ¿Es abuso, ignorancia o prepotencia?
Santo Domingo, R.D., jueves, 09 de febrero
de 2012.


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