sábado, 14 de julio de 2012

Caramba, dos clavos


EN PLURAL 

Yvelisse Prats Ramírez De Pérez 

Un clavo saca otro clavo. Aplico la sabiduría popular del refranero, y martillo esta semana sobre otro amor que comparte con la política su vasallaje sobre mí; la educación. Trato que el lanzazo del Longino educativo distraiga  el dolor que me causa la herida partidaria.

No teman los lectores. No caeré en la trillada fórmula que cada quien repite de acuerdo a sus convicciones o intereses: “La educación es el único camino al desarrollo”.

Es cierto que ambos conceptos se articulan en el universo social; pero poner como omnipotente premisa uno del otro falsea la relación biunívoca, complementaria que guardan entre sí.

A partir de la rotundidad con que se afirma, con optimismo ahistórico, “la educación es la zapata”, se han creado muchas expectativas ingenuas, prendidas como alas de mariposas, en proyectos individuales y colectivos que al fracasar producen hondos desencantos.

El uno y la otra, desarrollo y educación, son mellizos siameses, caminan y avanzan juntos, pueden retroceder o estancarse si no se les concibe, se les planifica, se les gestiona y se les impulsa en el  mismo esfuerzo corajudo, esperanzado y simultáneo. Además, necesitan, ambos, fundamentarse en la misma ideología, los mismos propósitos democráticos.

Paulo Freire, nacido Paulo Reglus Neves Freire, Ph.D (nacio el 19 de septiembre de 1921 – fallecio el 02 de mayo de 1997) Una frase: Los lideres que actúan sin dialogar, e insisten en imponer sus decisiones, no organizaN al pueblo, sino que lo manipulan; no lo liberan, ni tampoco se liberan ellos mismos, sino que oprimen. (Paulo Freire en ‘Pedagogía del oprimido’

Entender y asumir esta interdependencia precisa que nos coloquemos en el punto de inflexión en que el determinismo marxista se encuentra con la sociología y la pedagogía críticas: McLoren, Macedo, Giroaux, Freire. A partir de ahí, se construyen nuevas hipótesis dialécticas que luego la Unesco, la CEPAL y la OEI asumen, un poco más prudentemente, en estudios y análisis: M’Bow, Portantiero, Tedesco, Coll, Torres, Reymers, Flecha, Rivero.

Tedesco, por ejemplo, reclama “ampliar la mirada para incorporar niveles de análisis  que nos permitan comprender la lógica social, política, cultural, que rige los fenómenos de cambio educativo”.

Haciéndolo, podremos percibir que el modelo de desarrollo que sé privilegia, que en la mayoría de las naciones latinoamericanas está diseñado con lineamientos neoliberales impuestos por organismos crediticios foráneos, limita el avance de la educación, que en vez de nivelar las desigualdades que caracterizan nuestro continente, las profundiza. Nuestro país es un ejemplo cercano de esta simbiosis entre un modelo de desarrollo concentrador y excluyente y una escuela pública pobre, cuantitativa y cualitativamente.

En un contexto de exclusión y fragmentación social, pobreza extrema, inequidades profundísimas y falta de confianza en nuestras instituciones, la educación dominicana se contempla a lo más, en una visión reduccionista como “condición necesaria para la competitividad y para la empleabilidad”. 

Pero genera cada vez más frustración en los sujetos, cuando los/as pocos/as que corren la carrera de obstáculos y la supera heroicamente, no encuentran al salir de las aulas, con su diploma en las manos, posibilidad de empleo e ingresos decentes, si no cuenta con “padrinos” o “madrinas” enquistados en la dictadura de un partido político glotón de poder y riquezas.

¿Por qué ha fracasado así nuestro sistema educativo? ¿Por qué nos ponen tan malas notas en los “rankings” internacionales y en las evaluaciones serias que hacen a nivel nacional organismos honestos como el Centro Bonó, el Juan Montalvo y el Poveda?

Porque en la República Dominicana el “desarrollo” se tiñe de un economicismo que lo hace sinónimo del aumento del PIB. Las cifras manejadas “asigún” por las autoridades monetarias, no se encarnan en servicios públicos para los /as dominicanos/as, no huelen a pan en la mesa de los pobres, son guarismos fríos que se deterioran en medio de la crisis mundial que explotará con fuerza en la anunciada reforma fiscal tutelada por el FMI que golpeará con saña a nuestros pobres, los “paganinis” de siempre.

Mientras el Objetivo del Desarrollo en nuestro país no sea, como predica  Miguel Ceara Hatton en eco al PNUD desde hace tiempo, “la calidad de vida de la gente”, no superaremos el deterioro de nuestra educación, sobre todo la pública.

Citando de nuevo a  Tedesco: “Los resultados del aprendizaje siempre están asociados a condiciones materiales y culturales de vida de la familia”.

Ahora con más desigualdad, marginación, y  rupturas sociales, no se justifican pronósticos optimistas sobre la educación dominicana.

Podríamos hacerlos, cuando la comunidad educativa con prioridad la (ADP) y una ciudadanía activa, se empoderen de esa visión sistémica del vínculo entre educación y desarrollo agregándoles un complemento: con equidad.

Unidos en ese ápice, propondremos estrategias integrales que enfrenten el déficit en sus dos dimensiones, articulando las políticas educativas, con la dimensión social, económica y doctrinaria del desarrollo humano. La educación, sigo fiel a Freire, no es apolítica, ni neutral.

¡Caramba! En vez de sustituir uno con otro, ¡ahora me punzan mis dos clavos!

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