ROSARIO ESPINAL
Ser hombre conlleva un proceso complejo de socialización. No hay un modelo, un estándar, un prototipo. Las diferencias en formas de ser y estilos de vida son notables, pero cada sociedad transmite un conjunto de creencias, actitudes y conductas que se consideran apropiadas y aceptables para la función varonil.
La socialización de género es una producción socio-cultural fundamental en cualquier sociedad porque incide en todas las relaciones: las íntimas, las familiares, las económicas, las religiosas, las políticas.
Tradicionalmente, la masculinidad se constituyó en torno a la noción del hombre fuerte y proveedor, y en muchas culturas, incluida la dominicana, se ha resaltado el poder del hombre sobre la mujer en la vida íntima y el espacio público. Esto se conoce como el machismo.
Dentro de la concepción machista, el hombre no sólo es físicamente fuerte y proveedor, sino también autoritario y demandante, posesivo y celoso. La sexualidad es un hilo conductor en la formación del macho, aunque muchos no asuman las responsabilidades paternas cuando procrean. Por eso abundan los embarazos de adolescentes en el país y se estima que el 40% de los hogares dominicanos está encabezado por mujeres.
Cuando el hombre tenía grandes ventajas sobre la mujer en el empleo, y la posibilidad de proveer económicamente, las mujeres estaban en condiciones de alta subordinación. Ahora la situación es diferente; muchas mujeres trabajan por un salario y adquieren cierta independencia económica de los hombres.
Las mujeres también asisten hoy a la escuela y a las universidades en proporción mayor que los hombres, y esto permite que construyan más autonomía sicológica y cultural. Muchos hombres, por el contrario, se han quedado rezagados en la educación y en el mercado laboral, y tienen además que competir con las mujeres por trabajos que en el pasado eran dominio de los hombres. Por ejemplo, en las fábricas de zonas francas ha habido un predominio del empleo femenino; muchos empleadores han preferido las mujeres por su mayor docilidad.
De estos fenómenos se derivan dos cambios importantes que generan vulnerabilidad para la construcción de la masculinidad machista: la situación laboral para los hombres es más precaria que en el pasado, y las mujeres han consolidado su estatus social vía la educación y los ingresos, aunque sigan siendo más pobres que los hombres, en parte, porque con frecuencia asumen solas la jefatura del hogar.
En un contexto socio-económico como el dominicano de bajo nivel educativo, bajos salarios, consumo extendido de alcohol y drogas, y la propagación de armas de fuego, se ha producido un aumento general de la violencia social, y las mujeres son un blanco de ataque específico de los hombres machistas.
Los feminicidios que se registran en cantidad alarmante son una manifestación de la crisis de construcción social del macho. El hombre machista, incapaz de manejar su inseguridad y su rabia con autocontrol, se convierte en sujeto de alto riesgo contra las mujeres.
El machismo tiene en los feminicidios la expresión más violenta y criminal, de ahí la necesidad de una acción enérgica del Estado y la sociedad, pero hay también otras manifestaciones como el abandono de las responsabilidades paternas y la vagancia unida con frecuencia a los vicios. Aquí el hombre se devela en machista descarado en medio de su inminente debilidad.
En general, la crisis de la masculinidad machista genera conductas dañinas que se concretizan en irresponsabilidad familiar, violencia social y criminalidad.
Hoy miércoles 11 de julio un conjunto de organizaciones sociales convocan a un luto nacional por tanta violencia y feminicidios. La consigna es vestir de luto.
Santo Domingo, R.D., miercoles, 11 de julio de 2012.
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