Tony Raful
¿Quién duda de la reciedumbre moral de Hugo Tolentino Dipp?
Se puede estar en desacuerdo con algunas posiciones asumidas en el ejercicio
crítico de sus ideas, pero tenemos que estar contestes en que se trata de uno
de los dominicanos más definidos en el quehacer político, que adecenta el
escenario nacional. Su opinión sobre la crisis actual del PRD no se mide
cuantitativamente por la capacidad de conquistar adeptos bajo el ritmo danzante
de la sinecura, la dádiva o el clientelismo más vulgar. Se mide cualitativamente.
Sus concepciones son frescas, tienen actualidad en la dirección sublevada de
los inconformes sociales, de los indignados, de “los condenados de la tierra”
como los llamó el psiquiatra y sociólogo argelino Franz Fanon, a quien Jean
Paul Sartre le escribiera el famoso prólogo a su obra, en el proceso de
descolonización de los años 60 del siglo pasado. Hugo ha dicho que el actual
proceso post electoral que vive la principal organización política del país
solamente se resuelve con la participación democrática de sus organismos. Son
los organismos debidamente calificados y cuyos integrantes fueron escogidos por
una Convención, quienes deben decidir el destino partidario. ¿Por qué entonces
no se convocan los organismos institucionales del Partido? ¿Por qué no se
procede a activar esos organismos a
todos los niveles para que se pronuncien sobre el proceso crítico interno y
delineen la línea política de recuperación ideológica y de contrapeso opositor?
¿Por qué el PRD no se apega a la institucionalidad, único
valor de permanencia coherente de sus principios, y apela a los estatutos de la
organización para poner la casa en orden y evitar que algunos sectores
medularmente antiperredeístas, “metan” sus manos en nuestros asuntos internos?
Una de las fallas más señeras de nuestra crisis actual lo
constituye la práctica de tomar decisiones o anunciar acuerdos al margen de la
discusión en sus organismos institucionales. Solamente un líder excepcional
históricamente como lo fue el doctor José Francisco Peña Gómez, podía en
circunstancias especiales asumir responsabilidades colectivas sin someterlas a
discusión, (por ejemplo no podía pedir autorización al comité ejecutivo para
convocar o no al pueblo a respaldar el movimiento constitucionalista que
estalló en los cuarteles el 24 de abril de 1965) y nunca lo hizo, siempre
convocó los organismos e incluso, quien escribe, lo vio aceptando opiniones que
contrariaban su voluntad política. Era un demócrata. Volver al respeto a los
organismos como señala el doctor Tolentino es una de las formas de salir del
atolladero actual. En todos los partidos democráticos o en la mayoría de ellos,
cuando se pierden (por las razones que sean) unas elecciones, se produce la
renuncia automática de la dirección del Partido. Se trata de una reflexión
crítica sobre la responsabilidad de quienes presidían o dirigían el partido en
cuanto a los resultados electorales. Esta evaluación crítica abarcaría a todos los sectores partidarios,
estableciendo gradaciones en la importancia de las culpas de quienes
perjudicaron, o no hicieron el trabajo que tenían que hacer, para que el
candidato de su partido ganara las elecciones.
Si los organismos del PRD deciden renovar sus cuadros
directivos o sustituir al presidente del partido, al calor de sus conclusiones
críticas, no estarían violentando su institucionalidad, sino dando cumplimiento
a mandatos establecidos en sus propios estatutos, como por ejemplo, el poder
revocatorio que consigna en su esencia más democrática la figura del
“plebiscito”. En todo caso se trata de acciones que tienen que ser avaladas por
las mayorías perredeístas.
Hugo Tolentino Dipp.
Escuchar a Hugo Tolentino es un placer intelectual. A veces
discrepamos en un nivel de respeto y consideración. Pero tomar en cuenta sus
opiniones en esta crisis perredeísta reviste para mí una satisfacción enorme. Su visión es de las
menos contaminadas, de las más objetivas y
prácticas.
Santo Domingo, R.D., martes, 10 de julio de 2012.
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