HAMLET HERMANN
Por qué no me sorprende que los principales opositores a
las justificadas denuncias de ProConsumidor, hechas para proteger a los más
humildes ciudadanos, se encuentren entre los altos funcionarios de su propio
gobierno?
¿Por qué no me sorprende que el Ministro de Salud Pública
ni siquiera se inmute ante la venta indiscriminada de salami infectado por
sustancias que generan cáncer y contaminado con coliformes fecales, vale decir,
mierda?
¿Por qué no me sorprende que el Ministro de Industria y
Comercio “garantice” a la población que el salami que se produce en el país es
de primera calidad, mientras Pro Consumidor publica un estudio científico que
coloca a ese producto en una categoría altamente nociva?
¿Por qué no me sorprende que la Dirección de Normas y Sistemas
de Calidad recomiende que lo único que debe hacerse para solucionar este
problema sea modificar el diseño de las etiquetas del salami, haciendo caso
omiso de los cancerígenos y la sica que se comprobaron en los análisis hechos
bajo las normas internacionales más estrictas?
¿Por qué no me sorprende que las autoridades del gobierno
de Haití hayan prohibido la importación de los embutidos de fabricación
dominicana mientras los funcionarios nuestros exhortan a que se siga
consumiendo el salami criollo a pesar de la comprobada contaminación que lo
caracteriza?
Altagracia Paulino, directora de ProConsumidor.
¿Por qué no me sorprende que cada vez que Pro Consumidor
denuncia los abusos de los comerciantes e industriales, aparecen radicales
declaraciones en los medios de comunicación de los defensores de la empresa
privada y el mercado, a quienes parece no importarles un carajo las víctimas
que esta inhumana línea de pensamiento y práctica pueda ocasionar?
¿Por qué no me sorprende que los industriales hayan
vuelto a la etapa del “flotichón” de los años 1980, aquel embutido, apodado
salchichón, que flotaba cuando se introducía en el agua?
¿Por qué no me sorprende que los grupos corporativos
estén presionando al gobierno para que destituya a la licenciada Altagracia
Paulino, Directora de Pro Consumidor, aún a pesar de que el presidente Leonel
Fernández ha respaldado los pronunciamientos y decisiones de la funcionaria?
¿Por qué no me sorprende que se haya formado un frente
difamador, formado por los especuladores de la carne de pollo, los fulleros
vendedores de gas propano y los contrabandistas de cemento portland, sectores
que han sido evidenciados como violadores de la ley por la Directora de Pro
Consumidor en reiteradas oportunidades?
¿Por qué no me sorprende que el Cardenal católico, con
una ingenuidad que espanta, pida “claridad” en el caso del salami enfermo
cuando esta denuncia ha sido el caso más transparente y documentado que ha
conocido el país en materia de defensa del consumidor?
¿Por qué no me sorprende que los traficantes (que no
siempre productores) de leche y de quesos se estremezcan anticipadamente cuando
Pro Consumidor advierte que indagará para que se diga toda la verdad sobre las
mezclas que hacen esos empresarios a espaldas de los ciudadanos que consumen
sus productos?
Pues bien, no me sorprendo ante ninguna de estas
aberraciones porque el sistema que nos rige, gobierno y empresa privada,
tiembla de miedo cada vez que alguien les exige que cumplan con las leyes y la
Constitución de la República.
No me sorprendo porque desde hace más de 25 años sé que
Altagracita Paulino es una mujer seria y responsable que se rige por ética, no
por intereses personales. Que esa mujer, de gran corazón valiente, mantiene los
principios por encima de la situación de que con quien duerme cada noche (con su
conciencia muy tranquila por cierto) es el Ministro de Hacienda de este
gobierno, además del compadrazgo bautismal con el Presidente de la República y
su esposa.
No me sorprende que la odien los empresarios violadores
de la ley y los funcionarios serviles e incompetentes. Porque Altagracita “no
coge corte”, no transige en cuestiones de cumplimiento de la ley y ha
demostrado ser insobornable.
Esas inviolables características, las que lleva guardadas
y protegidas muy dentro de su espíritu, crean un estado de impotencia que
genera odio entre los funcionarios y empresarios carentes de normas éticas y
acostumbrados al soborno y a la mentira.
Por eso, no me sorprendo.
Santo Domingo, Republica Dominicana, lunes, 30 de julio
de 2012.
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