Santiago Estrella Veloz
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El día que se publicó el Editorial, Chino Pichardo ñaunque no era militar de carrerañ se refugió en la sede de la Secretaría de las Fuerzas Armadas, entonces situada en el Centro de los Héroes, desde donde me llamó por teléfono al Listín porque quería ofrecer unas declaraciones. Yo era amigo del Chino Pichardo, pues me tocó entrevistarle varias veces sobre asuntos relacionados con su cargo en Caminos Vecinales, una dependencia de la Secretaría de Obras Públicas, fuente que cubría. Herrera me dio permiso para ir a entrevistarle. Eran alrededor de las 10:30 de la noche cuando llegué a la Secretaría.
El Chino Pichardo, aparentemente muy seguro de lo que hablaba, negó tener relación alguna con el crimen contra Goyito, como era apodado García Castro, un periodista de gran valor que además de Jefe de Redacción de Última Hora, era autor de la celebrada columna política En un tris. Su breve declaración fue publicada en un pequeño recuadro, pero eso no fue suficiente para Pichardo, que entonces apeló a los tribunales para defender su honor, según sus palabras. El Chino Pichardo incluso consiguió una autorización judicial para embargar las cuentas bancarias del Listín y de Herrera, lo que produjo un inconveniente económico posteriormente superado.
Don Rafael Herrera.
En el problema fue involucrada la emisora Radio Continental, por haber transmitido lo relativo al editorial que dio lugar a la demanda contra Herrera. Los procedimientos para los embargos ñcuya validez fue objeto de impugnación en los tribunalesñ se realizaron sobre la base de una ordenanza de un juez penal, que los autorizó por un monto de 1.5 millones de pesos, tanto contra el Listín como contra su Director. Frente al rumbo de los acontecimientos, Balaguer suspendió a Pichardo como Ayudante Civil, pero le dejó continuar con el proceso sin ordenarle, como pudo hacerlo, que desistiera de sus acciones judiciales por el grave daño que hacían al gobierno, tanto en el país como en el extranjero, donde el caso se veía como un intento de amordazar la prensa dominicana, en un momento en que el zar que presidía la llamada Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía, el farmacéutico Víctor Hidalgo Justo, cerraba programas radiales opositores por cualquier motivo, en violación flagrante de la Ley de Expresión y Difusión del Pensamiento.
Eulalio Almonte-Rubiera.
Años más tarde, Pichardo se gastó una fortuna en publicidad y en ayudas económicas a seguidores de Balaguer para promover su aspiración como aspirante a la nominación vicepresidencial por el Partido Reformista, donde Balaguer era amo y señor y no toleraba que nadie le hiciera sombra. Ese fue su gran error. Balaguer le dejó hacer, como era su estilo, para buscar luego otra figura como compañero de boleta.
Sentado en su escritorio de asistente del coronel Francisco Alberto Caamaño, se ve, conversando, el periodista Bonaparte Gautreaux Piñeyro.
Puede decirse que el proceso judicial contra Herrera, puesto en marcha por el Chino Pichardo, como otros que se montaron en perjuicio de varios periodistas (Bonaparte Gautreaux Piñeyro, Silvio Herasme Peña, Huchi Lora, Eulalio Almonte Rubiera y el locutor Luis Armando Asunción, entre otros), reflejaron apenas una parte del hostigamiento a que fue sometida la prensa durante los gobiernos de Balaguer. Es difícil explicar cómo un gobierno permitía una relativa libertad de prensa y al propio tiempo acosaba y asesinaba periodistas, Orlando Martínez entre ellos. Herrera, incluso, llegó a decir en un editorial que estábamos muy próximos a vivir bajo la mirada y control continuo de lo que en la novela “1984”, del escritor británico George Orwell, recibió el nombre de “Ministerio de la Verdad”.
Joaquín Balaguer Ricardo.
Balaguer, como era típico de él en muchos casos engorrosos, se hacía el desentendido y solía decir que esas eran “cuestiones de la Justicia, que es absolutamente independiente”. Sin embargo, todo el mundo sabía cómo se manejaba la Justicia desde el Palacio Nacional, desde donde incluso se dice que salían redactadas ciertas sentencias contra opositores falsamente acusados de hechos criminales. Era una situación sumamente difícil para la prensa, cuyos detalles están consignados en todos los Editoriales que publicó Ornes en El Caribe, recogidos en tres tomos bajo el título de “Germán E. Ornes: Una vida para la Libertad”. (9)
No obstante las amenazas a Herrera, a algunos de los periodistas bajo su mando e incluso las “quejas” de altos funcionarios frente a los dueños para que el periódico abandonara sus críticas a determinados actos gubernamentales, el Listín continuó su tradicional línea informativa y editorial conservadora. Justamente por eso, cuando censuraba algo, se consideraba como una crítica “demoledora”, aunque no lo fuese.
Don Rafael Herrera Cabral.
Poco antes de fallecer, encontrándose postrado en su residencia, el autor de este libro llevó a Herrera un galón de jugo de carambola, preparado por mi esposa Altagracia. Pero no me lo dejaron ver.
Si se lee detenidamente el Editorial del Listín al día siguiente de su muerte, los que conocían el estilo de escribir de ese Maestro del periodismo, llegarán a la conclusión de que fue él mismo quien lo escribió, aunque alguien pretenda atribuirse ese mérito.
Su sepelio fue apoteósico, con la asistencia de cientos de personas de todos los estratos sociales.
Hoy día, los que estuvimos el privilegio de ser alumnos de don Rafael lo recordamos con un amor difícil de olvidar, como parte de nuestros personajes inolvidables.
Santo Domingo, R.D., miercoles, 11 de julio de 2012.
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