MARIEN ARISTY CAPITAN
(m.capitan@hoy.com.do)
Cada afrenta nos desgarra. Los días pasan y, a golpe de sangre y dolor, la sociedad parece desvanecerse. Nada queda de lo que fuimos: ese pueblo apacible en el que la paz estaba garantizada. De ella nunca se hablaba. ¿Para qué?
Hoy vemos con horror cómo nos matamos unos a otros sin remedio. Desde la violencia intrafamiliar a la institucional, todo parecería conspirar contra la tranquilidad del país. La libertad es, más que nunca, una quimera: nos sentimos cada día más presos.
Esta semana ha sido particularmente cruenta. Seis mujeres y dos niños murieron en hechos que aún no podemos explicarnos. Tal parece que del “amor” al crimen ya sólo hay un paso. ¡Cuánta tragedia se vive en los “hogares”! ¡Cuánto es que aguantan las mujeres!
No sé en qué estamos fallando pero es evidente que nos hemos vuelto cada vez más violentos. De repente acabar con la vida de otro ya no sorprende: mientras las autoridades asesinan “delincuentes” y apelan a un intercambio de disparos, los civiles están zanjándolo todo al son de la muerte.
Junio fue un mes particularmente duro. Los periódicos se tiñeron de rojo y, al hacerlo, nos obligaron a bajar la cabeza. Hubo casos muy tristes. Por ejemplo, a Greibi Acosta Ramírez, de 17 años, lo mataron el domingo pasado para robarle un BlackBerry. Eso, ¿cómo se explica?
En el interior vemos casos como los de Salcedo, Bonao, San Francisco o Moca, donde la delincuencia, las protestas y la propia Policía se han convertido en un dolor de cabeza. Mientras eso pasa, el presidente Leonel Fernández pasea en Europa. Al final, dan deseos de llorar.
Santo Domingo, R.D., jueves, 05 de julio de 2012.
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