ANDRÉS L. MATEO
¿En qué consiste esa censura que permea toda la sociedad
dominicana y que nunca osa decir su nombre?
¿Cuál es esa fosa que se abre cada vez más entre el bienestar de pocos y
la desgracia de muchos? ¿Quién infla y desinfla la esperanza en este país?
¿Hay alguien que pueda creer que Monchi Fadul alcance a
ser un “líder” de una transformación de la policía nacional? ¿Quién puede
concebir al mismo jefe de la policía nacional que propuso una ley orgánica que
instaura un “régimen policial” (según
la fiscal del distrito) auto aplicándose una “reforma”? ¿Alguien
con dos dedos de frente se puede chupar el cuento de que Carlos Morales
Troncoso (más manteca da un ladrillo) pueda cambiar el desastre económico que
significan las embajadas y los consulados dominicanos, cuando fue él mismo
quien lo creó? ¿Felucho encarna la transparencia? ¿Alejandrina es un soplo
renovador? ¿ Hay algo lírico que no sea el dinero en Francisco Javier? ¿No es
la cara de Temístocles Montás un sucio pizarrón de la mentira? ¿Euclides puede ser
un “remanso de luz” (¿y la paga?) que ilumine el camino?
El 72% del gabinete del presidente Danilo Medina son los
mismos personajes del gobierno de Leonel Fernández. Un equipo jurásico que se
ha encallecido (y enriquecido) administrando los fondos del Estado. ¿Es posible
que hagan lo que nunca se ha hecho, precisamente quienes nunca lo hicieron? Max
Weber se vio obligado a definir todos los factores que confluyen en la
construcción de una estructura social, racionalizando ese fenómeno global de la
burocracia. Y halló que la estructura dirigencial del Estado encarna en un gabinete algo así como el sistema
circulatorio. A través de un gabinete de Estado circula todo lo que se plasma
como práctica de la concreción de la idea. El gabinete expresa un determinado
nivel de los objetivos de gobierno. El gabinete es sangre líquida, no puede ser sangre coagulada, morcilla; y morcilla
son los principales ministros del gabinete del presidente Danilo Medina. La
morcilla no permite el flujo sanguíneo, esos ministros, en su inmensa mayoría,
son morcilla, han disfrutado de doce
años en el poder, y ya dieron lo que
iban a dar, se han coagulado en el disfrute del lujo y la riqueza. Nadie
cree ya que esa gente trabaja para el bien común, y hasta sus caras provocan la
irritación y el hastío en la población.
Todo el discurso enciclopedista clásico, la visión de
pensadores como Rousseau respecto del contrato social, el juego político de las
democracias occidentales, descansan en el presupuesto teórico de que se debe
gobernar para el bien común. No es lo que hemos vivido. Pero la gente esperaba
que en lo formal el gabinete expresara la voluntad de cambio, y apuntara más
hacia el bien común. Danilo quiso encarnar el cambio dentro del mismo partido,
pero reproduce el modelo. ¿Quién va a creer que se cumplirán las medidas
tomadas, porque fueron esos mismos
ministros quienes se burlaron de la austeridad, y junto a Leonel Fernández,
remontaron el déficit fiscal a más de ciento veinte mil millones de pesos, y
dejaron la deuda pública en un límite histórico que sobrepasa los veinticinco
mil millones de dólares? ¿A quién hay que poner a pagar ahora el estropicio de
la corrupción? ¿Son esas morcillas ministeriales las correas de transmisión del
cambio seguro? ¿No nos permitirá el fin
del gobierno de Leonel Fernández el despojo de una falsa vestimenta de
bienestar? ¿No es ahora la hora verdadera de que nuestros gobernantes dejen el
brillo de las pompas de jabón de los presuntuosos y se pongan a gobernar,
también, para los que no han sido invitados a la mesa de la abundancia?
En lo espiritual, el gobierno que terminó no nos ha
dejado nada, salvo la interrogación
dolorosa de nuestras miserias. ¡Pero fueron esos mismos ministros quienes
disfrutaron del banquete de la abundancia! ¡Oh, Dios, qué larga lucha nos
espera!
Santo Domingo, R.D., jueves, 23 de agosto de 2012.
http://presenciadigitalrd.blogspot.com/2012/08/danilo-medina-y-la-teoria-de-la-morcilla.html
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