jueves, 23 de agosto de 2012

Danilo Medina y la teoría de la morcilla


El gabinete expresa determinado nivel de los objetivos de gobierno

ANDRÉS L. MATEO

¿En qué consiste esa censura que permea toda la sociedad dominicana y que nunca osa decir su nombre?  ¿Cuál es esa fosa que se abre cada vez más entre el bienestar de pocos y la desgracia de muchos? ¿Quién infla y desinfla la esperanza en este país?

¿Hay alguien que pueda creer que Monchi Fadul alcance a ser un “líder” de una transformación de la policía nacional? ¿Quién puede concebir al mismo jefe de la policía nacional que propuso una ley orgánica que instaura un “régimen policial”   (según la fiscal del distrito) auto aplicándose una “reforma”?  ¿Alguien  con dos dedos de frente se puede chupar el cuento de que Carlos Morales Troncoso (más manteca da un ladrillo) pueda cambiar el desastre económico que significan las embajadas y los consulados dominicanos, cuando fue él mismo quien lo creó? ¿Felucho encarna la transparencia? ¿Alejandrina es un soplo renovador? ¿ Hay algo lírico que no sea el dinero en Francisco Javier? ¿No es la cara de Temístocles Montás un sucio pizarrón de la mentira? ¿Euclides puede ser un “remanso de luz” (¿y la paga?) que ilumine el camino?

El 72% del gabinete del presidente Danilo Medina son los mismos personajes del gobierno de Leonel Fernández. Un equipo jurásico que se ha encallecido (y enriquecido) administrando los fondos del Estado. ¿Es posible que hagan lo que nunca se ha hecho, precisamente quienes nunca lo hicieron? Max Weber se vio obligado a definir todos los factores que confluyen en la construcción de una estructura social, racionalizando ese fenómeno global de la burocracia. Y halló que la estructura dirigencial del Estado encarna en un  gabinete algo así como el sistema circulatorio. A través de un gabinete de Estado circula todo lo que se plasma como práctica de la concreción de la idea. El gabinete expresa un determinado nivel de los objetivos de gobierno. El gabinete es  sangre líquida, no puede  ser sangre coagulada, morcilla; y morcilla son los principales ministros del gabinete del presidente Danilo Medina. La morcilla no permite el flujo sanguíneo, esos ministros, en su inmensa mayoría, son morcilla,  han disfrutado de doce años en el poder, y ya dieron lo que  iban a dar, se han coagulado en el disfrute del lujo y la riqueza. Nadie cree ya que esa gente trabaja para el bien común, y hasta sus caras provocan la irritación y el hastío en la población.

Todo el discurso enciclopedista clásico, la visión de pensadores como Rousseau respecto del contrato social, el juego político de las democracias occidentales, descansan en el presupuesto teórico de que se debe gobernar para el bien común. No es lo que hemos vivido. Pero la gente esperaba que en lo formal el gabinete expresara la voluntad de cambio, y apuntara más hacia el bien común. Danilo quiso encarnar el cambio dentro del mismo partido, pero reproduce el modelo. ¿Quién va a creer que se cumplirán las medidas tomadas,  porque fueron esos mismos ministros quienes se burlaron de la austeridad, y junto a Leonel Fernández, remontaron el déficit fiscal a más de ciento veinte mil millones de pesos, y dejaron la deuda pública en un límite histórico que sobrepasa los veinticinco mil millones de dólares? ¿A quién hay que poner a pagar ahora el estropicio de la corrupción? ¿Son esas morcillas ministeriales las correas de transmisión del cambio seguro? ¿No nos  permitirá el fin del gobierno de Leonel Fernández el despojo de una falsa vestimenta de bienestar? ¿No es ahora la hora verdadera de que nuestros gobernantes dejen el brillo de las pompas de jabón de los presuntuosos y se pongan a gobernar, también, para los que no han sido invitados a la mesa de la abundancia?

En lo espiritual, el gobierno que terminó no nos ha dejado nada, salvo  la interrogación dolorosa de nuestras miserias. ¡Pero fueron esos mismos ministros quienes disfrutaron del banquete de la abundancia! ¡Oh, Dios, qué larga lucha nos espera! 


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